En una entrevista concedida a Efe en su casa, un sobreático del barrio del Guinardó de la ciudad condal, repleto de libros amontonados “por unas obras que han dejado patas arriba el piso”, Matute responde cuando se le pregunta por su sentido social: “Soy escritora”, y añade que “todo escritor con un cierto sentido de la vida y de lo que es escribir está comprometido con algo”, pero advierte: “Tampoco soy furibunda”.
En su literatura, temas recurrentes como la Guerra Civil española y la posguerra, la incomunicación o la injusticia social dan cuenta de sus preocupaciones: “Me interesa la vida y, por supuesto, lo social, y las injusticias son importantes”.
Sin embargo, no puede dejar escapar una cierta desesperanza que sólo proporcionan los 85 años que acumula en sus espaldas “y en los huesos”: “Ojalá que fuera verdad que la literatura puede influir en el progreso del mundo, pero no estoy segura”.
Mirando atrás, Ana María Matute quiere ser recordada como “una mujer que ha trabajado mucho en lo que más le gusta, la literatura, y que está contenta de lo que ha hecho”, y no puede por menos que sentirse “una privilegiada, porque hay mucha gente que trabaja en lo que no le gusta”.
También se siente privilegiada por haber podido escribir lo que ha querido. A partir de Primera memoria, recuerda, ya escribía lo que le daba la gana, y conseguía esconder lo que quería decir para sortear a “unos censores muy burros”, censores anónimos que eran militares, curas, gente corriente y “más de un escritor fracasado”.
Su interés por la literatura surgió en la infancia con la lectura de los libros que había en su casa familiar: “Empecé a escribir a los cinco años, y además guardo las ilustraciones que yo misma hacía para los relatos”.
“Una de las cosas que más me gustan es dibujar con lápices de colores, que continuamente me están regalando y que traen a mi memoria el olor de la madera y de aquella infancia, pero hoy ni las manos –en este punto enseña sus huesudas manos– ni la vista me permiten continuar dibujando”, como tampoco le dejan seguir practicando su desconocida vocación a la carpintería.
Vio en Destino su primer relato publicado, El chico de al lado, que había escrito a los 15 años.