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Confusa confesión pública de Astianí que sigue presa

Avejentada y con un extraño aire de serenidad, una mujer identificada como Shakine Mohamamdi Ashtianí confesó que cometió adulterio con un empresario llamado Isa Taherí y que entre ambos electrocutaron a su marido.

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Avejentada y con un extraño aire de serenidad, una mujer identificada como Shakine Mohamamdi Ashtianí confesó que cometió adulterio con un empresario llamado Isa Taherí y que entre ambos electrocutaron a su marido.

Vestida de negro y con un hiyab color marrón que cubría su cabeza, la mujer cuya posible condena a muerte ha movilizado a la comunidad internacional, guió a las cámaras de la televisión estatal iraní en su supuesto domicilio de la localidad de Osko en una suerte de reconstrucción macabra de unos hechos que aún parecen confusos.

El documental arranca con una voz femenina en off que asegura que los diversos actores implicados han complicado una trama que definió como “la historia de una traición que condujo al asesinato”.

Después cede la palabra a una mujer madura, con el rostro sereno pero zarandeado por los golpes de la vida, muy diferente a la tez joven con aire inocente envuelta en un chador negro que se ha hecho famosa desde que meses atrás el caso saliera a la luz pública internacional.

Sentada y sobre un fondo marrón, la nueva imagen de Ashtianí explica cómo tras quedarse su marido en paro e ir a trabajar a otra ciudad, sufrió el acoso telefónico de Taherí, hasta que cedió, se vieron en un parque y consumaron "un par de veces" su delito sexual en la fábrica del padre de su amante.

Después, asegura que Taherí le indujo a drogar a su marido para dejarlo inconsciente y electrocutarlo.

Enseguida se suceden una serie de imágenes que mezclan el cuerpo sin vida del supuesto marido y una reconstrucción protagonizada por la propia Astianí en un piso muy pobre.

En la secuencia, la mujer representa cómo inyecta a un hombre tumbado y abre más tarde la puerta a otro hombre que le ayuda a colocar unos cables alrededor de los dedos de los pies y de otras partes del cuerpo de su marido.

La narradora explica después que existen dos versiones sobre la confesión de Ashtianí: una que habría sido producto de un interrogatorio y otra fruto del desasosiego de la propia mujer por su acción.

Además, asegura que existe una denuncia y pruebas que demuestran que Ashtianí ejercía la prostitución.

Una vez concluida la reconstrucción, el documental arremete contra la presienta del comité internacional en contra de la Lapidación, Mina Ahadí, contra el primer abogado de la mujer, Mohamad Mostafei, y contra la prensa mundial, a los que acusa de instrumentalizar el caso con fines políticos.

La narradora denuncia que Ahadí es una activa miembro de un grupo terrorista contrario a la República Islámica y le acusa de buscar venganza por el ajusticiamiento de su marido.

Además, le acusa de haber utilizado a los dos periodista alemanes ahora encarcelados en Irán para conseguir un mayor impacto mediático internacional.

A Mostafeí le recrimina haber mentido por decir que no había cobrado por la defensa de Ashtianí, y le acusa de haber orquestado, junto a Ahadí, la campaña internacional.

Asimismo, descarga de aparente culpabilidad al hijo de la acusada, Sajad Ghaderzadeh, y el abogado de ésta, Javid Houtan Kian, a los que presenta como una víctima más de la politizada campaña mundial.

En cuanto a los periodistas alemanes detenidos el pasado 10 de noviembre cuando se disponían a entrevistar a Sajad en presencia de Kian, el documental los acusa de entrada ilegal en el país y de haber tomado fotografías de lugares prohibidos.

El documental concluye con un párrafo en el que se afirma que Ashtianí "sigue en prisión" y la afirmación de que el Poder Judicial seguirá adelante con el proceso "sin dejarse influir" por el ruido en torno al mismo.

El caso de Ashtianí, de 43 años, salió a la luz el pasado verano cuando su primer abogado reveló que, tras agotar todas las vías legales y en un proceso irregular y opaco, la mujer había sido condenada por adulterio y que por ello sería apedreada hasta la muerte.

La condena despertó una amplia oleada de duras críticas y protestas internacionales, lo que obligó al régimen iraní a suspender la condena y a afirmar que la sentencia se encontraba aún en proceso de revisión.

Desde entonces, la historia ha sido un cúmulo de contradicciones y declaraciones cruzadas que han puesto de manifiesto las divisiones que existen en el seno del régimen iraní.

En vísperas de la Asamblea General de la ONU, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad aseguró que la pena capital contra la mujer no había sido dictada aún.

Apenas unas semanas más tarde, el portavoz del Poder Judicial y fiscal general del Estado, Gholam Husein Mohseni Ejaei, contradecía al mandatario y afirmaba que había quedado demostrado que Ashtianí participó en el asesinato de su marido y fue adúltera.

Ejaei llegó incluso a afirmar que la sentencia ya había sido dictada y que la mujer sería ahorcada ya que el delito de asesinato prevalecía sobre el de adulterio.

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