Fue por casualidad. Olía a incienso en una pequeña calle del Centro. Iba pensando en mis cosas, ajeno a esta cuaresma seca y a las ganas de Semana Santa de una ciudad que se despereza cuando pasa el invierno y, por San José, ya solo piensa en marchas musicales y en maniobras de salida. Entonces la escuché. Era una marcha. Sonaba en una casa cualquiera del corazón de la urbe. Sus notas me eran muy familiares. ¡Sí! María Santísima del Amparo, la marcha que el maestro José Antonio Molero firmara para la Virgen que sonríe el Domingo de Ramos, antes de que la hiel y el puñal atraviesen su corazón. Sonreí al instante, recordando tantos años junto a él en la Banda de Música de la Esperanza, y luego, cuando el tiempo ya nos separó, escuchando sus composiciones que son hoy patrimonio inmaterial de los malagueños y de nuestra Semana Santa. Esta composición sonó en el pregón de Augusto Pansard y, en cierta manera, recoge en su melodía la enorme transformación que ha sufrido nuestra Semana Mayor en el último cuarto de siglo. El otro día hablaba con un insigne cofrade sobre las piezas que han quedado para la historia y, claro, volvió a salir el nombre del gran Perfecto Artola, que tan bien supo dibujarnos el alma a los malagueños y cuyas obras suenan hoy en todas las Semanas Santas de esta Andalucía que llora en primavera antes de entregarse al sol desenfrenado de julio durante el verano. Nuestro Antonio Banderas, por cierto, se ha sumado, tal vez sin quererlo, a esta reflexión musical: lo hizo alabando a la siempre maravillosa y rotunda Banda de Cornetas y Tambores de la Esperanza, una de las mejores de nuestra tierra que este año, por cierto, tiene el difícil reto de acompañar al Nazareno del Paso, después de la polémica que se organizó a lo largo de los últimos meses sobre si, tras el Señor del Perchel, debe ir una banda de música o es más pertinente que lo hagan cornetas y tambores, como ocurre ya en muchos tronos cristíferos y, sobre todo, en otras ciudades de la comunidad. Es curioso que, en ocasiones, muchos encogen los hombros ante esta manifestación del folclore religioso andaluz, de honda raigambre popular, despreciando aquello que se ignora, como ocurre, por otro lado, en tantas ocasiones. Por eso me alegro tanto de que la banda del Rosario de Cádiz, tras su participación en la campaña de Turismo Andaluz, haya provocado que miles de miradas se dirijan hacia la música cofrade. Disfruten de la Semana Santa y de sus músicos. Ya estamos ahí.
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Era una marcha. Sonaba en una casa cualquiera del corazón de la urbe. Sus notas me eran muy familiares
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En mis columnas hablo de la Málaga que fue, de la que es y, a veces, de la que será
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