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Matrícula de deshonor

Política

Es muy triste observar cómo la mayor parte de la ciudadanía ha perdido la total confianza en la política y andamos desorientados y sin modelos de referencias

Publicado: 08/05/2024 ·
10:22
· Actualizado: 08/05/2024 · 10:22
  • Fachada del Congreso de los Diputados de Madrid. -
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Es muy triste observar cómo la mayor parte de la ciudadanía ha perdido la total confianza en la política y andamos desorientados y sin modelos de referencias que seguir, escuchar o valorar, enfrentados entre nosotros mismos en batallas campales para defender a partidos que hace años dejaron de servir a una sociedad ciega que se conforma con migajas de lucidez.

La política se ha convertido en un refrito de absurdos compromisos que se van marcando al son de sus propios intereses, entrando en una especie de juego de descalificación constante en el que solo puede quedar uno y, si queda, hay que desbancarlo e ir a por él. Ya no existen los límites, no hay valores que se ajusten a este nuevo formato de talones en blanco, en el que todos estamos siendo partícipes de la mayor estafa de esta sociedad. Ya no importan las orientaciones, ni esos profundos ideales por y para el pueblo, estando en juego enormes sueldos, influencia y los egos, llenos de falacias para alzarse con el máximo galardón que otorgan los votos.

Hay que hundir al contrincante, sabotearlo, agredirlo sin ningún tipo de pudor con todos los medios que se dispongan. Ya no se habla de la política, ya no importan si se están cubriendo las necesidades del país, si se llevan o no a cabo las mentiras disfrazadas de promesas. Ahora importa el político, sus amigos, su familia y la desacreditación que se pueda lograr. Somos manipulados con campañas maquinadas y a la carta, somos condicionados con falacias que se venden al mejor postor y nos hemos convertido en parte de una serie de estrategias deambulando como coribantes danzando al son que nos marquen.

Sí, lo están logrando, nos están dividiendo por nuestro color de piel, nuestra sexualidad, por nuestro lugar de origen, por nuestro sexo, por nuestras creencias religiosas, nuestra economía o cultura, todo aquello que “rasque un voto” merece ser exprimido entrando en un caos absoluto del que difícilmente podremos salir. Somos tan vulnerables que han descubierto nuevos formatos para sacarnos hasta el más ínfimo sentimiento que nos pongan a su disposición.

Siempre al acecho, ese ejército de militantes que duran según sus respectivas prebendas, ejecutando su misión y pastoreando al mando de esa estructura política, empresarial y mediática para cubrir el trono y algún que otro sillón, que al final es lo que verdaderamente importa, que aquí ya nadie se mueve sin promesas internas que recompensen el favor. Es muy triste observar que por lograr el poder, están sembrando la semilla de la destrucción de este país.

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