¿Cuánto dura el verano? Parece una obviedad conocer la respuesta de esta pregunta puesto que en una simple búsqueda por internet podremos descubrir que hasta el 22 de septiembre habrá estación estival. A partir de este ahí se dará el correspondiente equinoccio de otoño. Sin embargo, hace casi una semana que entramos en septiembre y algo parece haber cambiado. El gentío ha disminuido considerablemente por las calles de una localidad que rezuma recuerdos.
La playa ha dejado de ser un punto multitudinario para huir del calor asfixiante de la rutina de grandes urbes para plasmar una estampa de paz. El viento ha ahuyentado el murmullo de la masa social concentrada en el litoral y las olas resuenan incesantes en una orilla despoblada y desprovista de bañistas. Aparcamientos y un fuerte descenso de la temperatura encabezan un movimiento de retorno y regreso. La vuelta al trabajo, los más pequeños en la guardería y la escuela el martes dan la estocada definitiva a la falsa creencia de un verano sempiterno.
Ya a la noche refresca y los más cautelosos comienzan a portar una prenda extra "por si", la necesidad imperiosa de materializar un sinfín de planes se disipa entre agendas apretadas, reuniones en 'teams' y rutinas de ejercicio. No olvidemos que muchos han atribuido a septiembre el comienzo oficioso del año y nadie arranca de buena manera sin deporte. El drástico cambio en la fisonomía de Rota ha sido muy considerable como una resaca que contrasta con la euforia de la noche anterior.
Y es que empezar septiembre en domingo no podría haber sido más significativo porque recordemos que Mario Benedetti escribió en 'La tregua' que: "Si alguna vez me suicido, será en domingo. Es el día más desalentador, el más insulso. Quisiera quedarme en la cama hasta tarde, por lo menos hasta las nueve o las diez, pero a las seis y media me despierto solo y ya no puedo pegar los ojos. A veces pienso qué haré cuando toda mi vida sea domingo".
Igual se pasó de dramático, pero si trazamos un paralelismo podremos ver ciertas similitudes: si el verano tenía que suicidarse, sería en domingo. Así ha sido. Muchos han guardado, por lo pronto, los bikinis y bañadores. La prolongada sombra del otoño destiñe las puestas de sol indescriptibles, parece que se ha dado por muerto a una estación que agoniza y reclama toda la atención que, de golpe y porrazo, le han arrebatado.
¿Es el verano un estado de ánimo? ¿Es la proyección de nuestras vidas soñadas? ¿Es una extensión de todo aquello que queremos hacer y no nos atrevemos? ¿Es un sí a todo silenciando las consecuencias que nos desglosa como una factura nuestros Pepito Grillo? ¿Es tan perfecto como recreamos al ser preguntados por nuestros compañeros de trabajo?
Por eso: ¿cuánto dura el verano?