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Paseo por la Sevilla de Monteseirín

Al alcalde de la ciudad le costó contener la emoción en los momentos iniciales de un discurso en el que recorrió sus mandatos

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La imagen proyectada sobre el fondo de escenario era todo un presagio de lo que iba a ocurrir durante los primeros minutos del acto: una conseguida recreación en perspectiva de los parasoles de la Plaza de la Encarnación llevaba a virtualmente a los asistentes al cobijo de las ‘setas’. Y no era el único paseo por senderos dibujados en la conciencia que se iba a proponer en el transcurso del acto. Además del trampantojo fotográfico, el Alcalde de la ciudad, iba a invitar al público, al presente y al distante apenas un par de metros de la pantalla de la televisión, iba a bosquejar otro, dialéctico, sobre el lienzo de doce años de mandato.

A Sánchez Monteseirín le costó aguantar la emoción al rememorar las tres corporaciones a las que ponía fin de cara a la galería con el penúltimo discurso. Le costó cerrar los ojos a las lágrimas, y los oídos a los cantos de sirena que le invitaban a dejarse arrastrar en su travesía hasta los mares del balance de gestión, alejados de la aconsejable calma chicha del tono institucional.

El amigo Alfredo, así se refería a él el presidente del Senado, Javier Rojo, se despedía “con la enorme satisfacción de haber podido poner en práctica mis ideas socialistas y comprobar que éstas han servido para hacer una Sevilla más justa”, según sus propias palabras, censuradas tras el acto por el alcalde electo, Juan Ignacio Zoido diciendo que “los actos son cada uno para una cosa y hoy era el día para el reconocimiento de unas personas que han dado mucho de su vida en lo personal y en lo social para esta ciudad”.

El reconocimiento llegó en una caminata de palabras. Caminando por el Paseo de la O, por los Jardines de Cristina, por la Alameda de Hércules, por el Metropol Parasol, y por otros hitos de la remodelación urbanística de la ciudad. Se trataba de espacios escogidos por los que se hizo acompañar en la imaginación de quienes le escuchaban por personajes e instituciones también escogidos para la distinción y para el agradecimiento. Sobre el patio de butacas volaba el comentario de los más críticos, sin filiación aparente: “ya verás como el año que viene hay ahí arriba menos vecinos y más empresarios”.

Puede que demasiados puntos de mira apuntando a unos y otros, en un espacio y un momento en el que no debían tener cabida, puesto que era la ciudad en pleno, y no solo el Pleno de la ciudad que formalmente es lo mismo, quien concedía las distinciones a sevillanos ilustres en su día grande.

Hubo más gestos de los necesarios para evidenciar la incomodidad: Zoido no ocupó su lugar en representación de su grupo sobre el escenario, Rosario García quiso hurtar el saludo al concejal Francisco Pérez que sustituía al alcalde electo, el alcalde no electo pero alcalde decidía que entregaba unas medallas y colgaba otras, abrazos o apretones de manos... ninguna voz en grito del lenguaje corporal pasó inadvertida.

En nombre de los distinguidos por el Pleno Municipal, tomaba la palabra el presidente de Cajasol, Antonio Pulido, que optó por el tono críptico al refeirse a una ciudad “que practica a diario una inteligencia nacional que nace de su realismo innato”.

Hubo, sin embargo, tiempo para el discurso desposeído de mensajes con carga de profundidad política. O tal vez no. El caso es que tanto la presidenta del Parlamento de Andalucía, como el presidente del Senado, Javier Rojo, quisieron felicitar por un lado a los honrados y por otro a quienes habían decidido honrarlos, pasando de puntillas por la frontera que separaba las palabras de todos los españoles y de todos los andaluces representados en ambas cámaras de las que cada cual quería dedicarle a Alfredo en forma de abrazo. Al amigo Alfredo. En forma del abrazo que quiso darse él mismo cuando se levantó para saludar al auditorio obligado por la duración del aplauso a su discurso.

Solidaridad, cultura y compromiso


Las Medallas de la Ciudad de Sevilla en 2011 han correspondido al empresario hostelero Juan Robles, como referente internacional de la gastronomía, al Salón Internacional del Caballo (Sicab) y a las hermandades del Rocío de Sevilla Sur y del Rocío del Cerro del Águila, que este año celebran el 25 aniversario de su fundación por su labor social y pastoral.

La labor de fomento de la lectura de la Feria del Libro de Sevilla también era reconocida con una Medalla de Sevilla, del mismo modo que el modisto Petro Valverde, a quien se reconoce su proyección en el sector.
Otras de las medallas a instituciones era para la Fundación Cajasol como agente de promoción e impulso de los valores patrimoniales, culturales y deportivos de Sevilla y para la Fundación Banco de Alimentos de Sevilla.

En clave artística, la cantaora Esperanza Fernández y los organizadores del festival Zemos98 también pudieron lucir su medalla, como lo hicieran igualmente por sus méritos en el ámbito de lo social los dirigentes vecinales del barrio de Pino Montano Francisco Delgado y del Polígono Sur Rosario García Muñoz.

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