"Todo este caso apunta a que él está loco", contestó hoy de forma escueta y algo tensa el abogado Geir Lippestad en un encuentro con los medios, en el que relató públicamente los primeros contactos con el ultraderechista e islamófobo.
Por su parte, las investigaciones prosiguieron su curso y la policía reveló por la tarde la filiación de las primeras víctimas mortales confirmadas.
Mientras, el fiscal Christian Hatlo estudia la posibilidad de imputar a Breivik "crímenes contra la humanidad".
En este caso, la pena podría ascender a 30 años, once más que el máximo previsto en la actualidad en el código penal para los crímenes terroristas.
Lippestad apuntó que "aún es demasiado pronto" para hacer cualquier valoración definitiva sobre el estado mental de su cliente y remitió a los exámenes psicológicos que le van a practicar en los próximos días al menos dos especialistas.
El abogado agregó que Breivik se ve "como un guerrero" y cree que está en "estado de guerra", por lo que siente justificadas sus acciones, que ve como "necesarias", aunque "Occidente no las entienda" en la actualidad.
"Espera que esto (el doble atentado) desencadene la guerra, una revolución en Occidente", indicó después de señalar que Breivik había consumido "drogas" antes de la tragedia.
Asimismo, el abogado reiteró que su defendido afirma que su organización cuenta con "dos células" en Noruega y varias más en otros países, algo que la policía sigue investigando.
Lippestad asintió afirmativamente al ser interrogado sobre si su cliente esperaba que sus células prosiguiesen en el futuro su trabajo.
"Odia a cualquier persona que no sea un extremista. Odia a cualquiera que sea demócrata y que defienda los valores democráticos", subrayó el abogado. "No lo puedo describir. Él no es como ninguno de nosotros", dijo.
Sin embargo, le retrató como una persona con una "visión de la realidad muy rara" y "muy difícil de explicar", alguien "muy frío", que vive en "una burbuja", y que habla en exceso de su "manifiesto", el documento de 1.500 páginas con sus pensamientos que difundió a través de internet horas antes de los atentados.
Breivik, que se encuentra en vigilancia especial para que no intente suicidarse, le ha reconocido a su abogado que esperaba que los medios estuviesen ayer en su comparecencia ante el juez, pues "quería explicar por qué" hizo explotar un coche bomba contra los edificios del Gobierno en Oslo y luego tiroteó a unas cien personas en el campamento de las juventudes socialdemócratas.
Por último, señaló que el agresor se mostró "un poco sorprendido" de que su matanza, "planeada durante años", saliese tal y como la había proyectado, pues contaba con que la policía le detuviese antes.
Mientras tanto, el ministro de Justicia noruego, Knut Storberget, se vio obligado a salir en defensa de las fuerzas de seguridad, acusadas de responder de forma tardía y descoordinada.
Storberget calificó de "fantástica" la gestión policial del doble atentado, aunque no descartó la posibilidad de realizar una investigación interna posterior sobre la actuación policial.
"Es muy importante que tengamos una aproximación abierta y crítica... pero hay un tiempo para cada cosa", afirmó el ministro, en línea con lo apuntado ayer por el director de la policía, Øystein Mæland.
La actuación de las fuerzas de seguridad noruegas ha sido cuestionada por su tardanza en responder a las peticiones de auxilio del campamento de la isla de Utøya, donde el agresor dispuso de una hora para abatir a cuantos jóvenes pudo -el balance actual es de 68 fallecidos- hasta que llegaron los primeros agentes.
Según las fuerzas de seguridad, la imposibilidad de emplear el único helicóptero policial para esta operación llevó a las fuerzas especiales a trasladarse primero por tierra y luego a encontrar una embarcación apropiada para alcanzar la isla.
La otra queja contra las fuerzas de seguridad se centra en la descoordinación inicial, algo que reconoció ayer implícitamente Mæland cuando explicó por qué se rebajó ayer la cifra total de víctimas mortales de 93 a 76.