Y mientras, Andalucía amanece un año más sin apenas banderas y hasta las tradicionales protestas reivindicativas ante el Parlamento o el Teatro de la Maestranza apenas consiguen que se les escuche, eso sí, rodeados de un cordón policial que muchas veces los supera en número. Sólo la alegría, nada contenida en algunos casos, de algunos de los premiados y de sus familiares hace recordar que los protagonistas se merecen ser esos que este día representan a nuestra región, esos que, como el resto de la sociedad, son de sol a sol los que levantan a Andalucía, esos que al margen de ideologías o partidos se aprietan con fuerza la medalla al pecho porque se merecen que les reconozcan sus esfuerzos.
También lo son los casi ocho millones que se levantan cada mañana, unos para seguir y otros para buscar, con la bandera a cuestas o sin bandera. Esos que conforman sin quererlo o sin buscarlo la letra del Himno de Blas Infante, esa que no nos dejan cantar en el acto porque, alejado del pueblo, el protocolo ha decidido que es mejor entonarlo a cinco voces. Que no hagan lo mismo con Andaluces de Jaén