Al menos 131 personas han fallecido este sábado en Siria en el marco de la ola de violencia que sacude al país, insuflada por la ofensiva rebelde y la represión de las tropas gubernamentales, según han informado fuentes activistas sirias.
Los Comités de Coordinación Local, una organización radicada en Siria, ha contabilizado 131 "mártires", de los cuales 18 eran soldados desertores y once eran niños. La provincia de Homs (oeste) ha registrado el mayor número de víctimas mortales, 34. En Damasco y los barrios periféricos, 28 personas han perecido, siete más que en la provincia de Idlib (noroeste).
En Daraa (sur), la que fue epicentro de la manifestaciones en marzo del pasado año, once personas han perdido la vida. Nueve han fallecido en Deir ez Ezor (este), siete en Hama (centro), 18 en Aleppo (noroeste) y una tanto en Hasaké (noreste) como en la ciudad costera de Latakia (oeste).
Por su parte, el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con base en Reino Unido, ha documentado la muerte de hasta 140 personas, de los cuales 77 son civiles, catorce rebeldes, dos desertores y 43 soldados del Ejército sirio.
Un total de 27 personas han fallecido en Homs, 18 en Damasco, catorce en Idlib, seis en Daraa, tres en Deir ez Ezor, cuatro en Hama, dos en Aleppo y un en Hasaké.
La mayoría de las bajas militares se han produciden las provincias del oeste de Siria, como Aleppo, Idlib y Homs. Daraa y Damasco son otro de los lugares donde los enfrentamientos han sido más violentos.
Más de 16.000 personas han perdido la vida en la ola de violencia que sacude Siria desde el inicio de los levantamientos contra el Gobierno de Bashar al Assad en marzo del año pasado, según Naciones Unidas, si bien la oposición denuncia que dicha cifra supera ya los 19.000. Debido a la ausencia de periodistas internacionales sobre el terreno, estas cifras aportadas por las organizaciones activistas son difícilmente verificables.
La comunidad internacional se halla dividida sobre el futuro de Siria. Por un lado están Occidente y los países del Consejo de Cooperación del Golfo, de predominancia suní --contraria a los alauíes de Al Assad--, que abogan por elevar la intensidad de las sanciones y por ayudar a la oposición y, por ende, al ELS, tanto con armamento como con financiación.
En el lado opuesto, China, Rusia, Venezuela y otros países latinoamericanos alineados con el Gobierno de Hugo Chávez propugnan una resolución política interna que esté exenta de cualquier tipo de interferencia externa, lo que se ha traducido en un constante bloqueo de las resoluciones de condena debatidas en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Entretanto, la situación humanitaria empeora y los enfrentamientos entre ambos bandos se recrudece, con la llegada de los primeros combates al corazón de Damasco, uno de los bastiones a los que se aferraba el régimen de Al Assad. Las fronteras son ahora otro de los escenarios en los que se entremezclan violencia y desplazamientos masivos de población.