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Miércoles 27/11/2024
 

Jerez

“Cádiz y Jerez son muy complementarias”

“Hay una frase de Anselmo González Climent que dice que la implenitud de Jerez es mirar mucho a Sevilla y darle la espalda a Cádiz”

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  • Francisco Fernández García-Figueras recibirá la medalla de la provincia. -

Memoria, erudición y ecuanimidad son tres vertientes en la vida del neuropsiquiatra Francisco Fernández García-Figueras, médico por vocación que eligió la cultura como el otro pie para andar por una vida de la que se siente satisfecho.

— Enhorabuena. Medalla de la Provincia.
— Muchas gracias Y muchas gracias a la provincia, sobre todo a la Diputación Provincial por este reconocimiento.
— ¿Quién le dio la noticia?
— El propio presidente de la Diputación José Loaiza. Me llamó, no tenemos una estrecha relación aunque lo conozco como político, y me dio la noticia. Una gran satisfacción. Me sorprendió. 
— Un reconocimiento más que agregar a los que ha recibido en Jerez. 
— Estos homenajes provinciales te enmarcan ya no solo dentro de la vida local sino que sales fuera de ella. Yo estoy bastante ligado al tema provincial, porque aunque mi actividad profesional la he realizado en Jerez, salvo algún tiempo en que tuve una actividad paralela en Cádiz, mi vinculación, a mi modo de ver, a una serie de instituciones sociales es la que hace posible que me den esta medalla, porque a una persona por su actividad profesional no está manifestado, por lo que pienso que priman una serie de actuaciones puntuales que son las que enmarcan la personalidad en lo público.
— Vayamos con esas actuaciones.
— Hablamos de tres espacios. A nivel profesional, el espacio de la Seguridad Social donde he estado treinta y cinco años, desde que obtuve la plaza de neuropsiquiatría de la Seguridad Social de entonces, ahora el SAS, en el año 1968 y hasta mi jubilación. De otra parte, desde 1966, antes de entrar en la Seguridad Social, llevo la asistencia psiquiátrica del Hogar de los Dolores.
— En la calle Francos.
— Sí. Esta es una institución de la Diputación Provincial que verdaderamente es un ejemplo en la asistencia al enfermo. Hubo un momento en que llegaron a estar cien personas acogidas, pero se fue remodelando con las nuevas disposiciones y reglamentos, el espacio hubo que dinamizarlo de una forma determinada y se quedó en treinta y cinco plazas. Esta labor, aunque ya estoy jubilado, la sigo haciendo diariamente porque forma parte de mi vida. Es una actividad psiquiátrica de seguimiento a unos pacientes, que son de entrar y salir, sino que se quedan permanentemente ingresados. Es un lugar de mujeres y es una asistencia muy continuada, un seguimiento muy bonito en tanto en cuanto forma parte de mi vida. Ya son como si fueran mi familia. Este centro es de la Diputación, como he dicho, pero está llevado por las Hijas de la Caridad y mi relación con ellas siempre ha sido extraordinario y para mí es una labor que llena un poco más mi vida porque es la forma de no sentirme totalmente jubilado y me siento muy completo pudiendo realizar esta vocación que tengo que es la psiquiatría, porque mi profesión es puramente vocacional.  
— Dos espacios, queda el tercero, quizás el cultural.
— Yo pertenezco como miembro de número desde el año 1969 a la entonces Academia de San Dionisio, hoy Real Academia.
— Donde ha sido su presidente.   
— Cierto, pero antes, en la transición democrática yo participé muy activamente y nos presentamos bajo las siglas de la Federación Popular Democrática a las Cortes Constituyentes en el año 1977. Este grupo estaba liderado por Joaquín Ruiz Jiménez y José María Gil Robles y no tuvimos ningún respaldo popular, no conseguimos escaño alguno. Pero si mi vocación profesional ha estado enmarcada en la psiquiatría, la política lo ha estado en ese mundo democristiano, de inspiración cristiana porque en la sociedad nuestra habrá practicantes o no practicantes, creyentes o menos creyentes, pero la inspiración cristiana es el arquetipo de lo que significa España. Fracasado en este plano político, porque la UCD nos barrió...  
— Por cierto, que poco duró el partido centrista.
—Porque se convirtió en un puzzle donde cabían democristianos, liberales, asociaciones demócratas y terminó muy pronto porque no había una cohesión política, había gente que quería participar en al vida política pero no había un armazón como el que, en aquel momento, poseía el Partido Socialista.   
— Me hablaba, perdón, del día después de decir adiós a la política. 
— Pensé mucho y salió ese interés que siempre había tenido también por el mundo de la cultural. Para mí hay una personalidad en la vida de Jerez que influyó mucho en este mundo cultural mío e, incluso, después en la Academia, él fue el segundo presidente, yo le seguí mucho porque fue mi maestro. Estamos hablando de don José Cádiz Salvatierra, al que yo le debo toda esta inmersión mía, desde muy joven, en el mundo de la cultura. Con 15 ó 16 años estaba siempre en la Biblioteca con los temas jerezanos, los históricos. Siempre me ha interesado la historia y mucho la historia local. A través de Cádiz Salvatierra tuve una impregnación cultural  que me sirvió cuando llegué a la Universidad.   
— ¿En qué Universidad estuvo?         
— En la Complutense de Madrid y allí me encontré con la figura del profesor López Ibor. Juan José López Ibor, ya fallecido, era un psiquiatra extraordinario porque no era el del seguimiento del prontuario de psiquiatría al uso, sino que hacía pensar y a mí ese mundo de la psiquiatría y del pensamiento me ha llamado mucho, no decir que dentro de la psiquiatría hay unas corrientes determinadas, sino que soy bastante ecléctico. No estoy en el plano del psicoanálisis ni en el de la psiquiatría organicista, sino que me interesa el mundo de la persona, detrás hay un enfermo y eso es lo que más me ha interesado, la cercanía al paciente, la biografía, volcándome en ella porque es la germinación de colocar luego esa enfermedad en una persona. 
— Comentaba la influencia que tuvo Cádiz Salvatierra en su mundo cultural. ¿También López Ibor influyó en que optase por la psiquiatría?
—Me encontré con él y pensé que, dentro de la medicina, mi vocación era la psiquiatría y una de las cosas por las que doy gracias a Dios es por haber hecho lo que me gusta. Es una satisfacción personal que raramente se obtiene, pero mi vocación ha sido clara y la misma me ha creado un clima muy agradable para desenvolverme como persona.
— Una persona que terminó siendo parte fundamental en la Academia de San Dionisio que fue donde usted se volcó tras aquella experiencia política.
— Efectivamente, ese final del mundo político hizo que me pudiese integrar en el cultural, porque en la Universidad también conocí a Pedro Laín Entralgo, que era catedrático de Historia de la Medicina, que me gustaba y me llenaba y me hacía pensar. Me gustaban aquellos profesores que me hacían pensar, que me dejasen con una capacidad grande para pensar, que te dejasen algunas incógnitas. La figura de Laín influye, pero menos, en mi persona. Todo eso hace que decida que mi complemento al mundo profesional fuese el de la cultura y en el año 1984 me presenté a las elecciones a la presidencia de la Academia de San Dionisio, que había entrado en una etapa muy mala. Estábamos en Pescadería Vieja, en una sede que era del Ayuntamiento y que éste quería rescatar, por lo que pensé que había que dar un paso al frente para sacar a la Academia del impasse en que se encontraba. Durante veinticinco años fui su presidente. Y logramos muchas cosas. La Academia de ahora no tiene nada que ver con la de entonces. También estamos en una democracia y cuando yo llegué a ella, en el 69 como miembro de número, estábamos en el régimen franquista y las cosas cambian.   
— Hasta qué punto.
— La propia estructuración. La Academia está mucho más abierta. Yo llegué a un acuerdo con el Ayuntamiento para que, dejando la sede de Pescadería Vieja, tuviésemos una sede nueva. Hicimos un pacto ya que había una casa en Consistorio que era municipal. Esa casa estaba en estructura y el Ayuntamiento, entonces, se encontraba en la Estación de Autobuses, aunque ya se estaban haciendo las obras para retornar a la sede de siempre.  Pedro Pacheco me dijo que cuando terminasen las obras se empezarían la de la de Academia, pero yo, temiendo que la cosa se dilatase y que la Academia, a la que habíamos sacado del ostracismo, volviese al punto de partida, le dije que me dejase buscar los medios para la obra. El Ayuntamiento y la Caja de Ahorros hicieron una pequeña aportación y con entidades privadas fui buscando los medios para realizar la obra, proponiéndome que las mismas tenían que estar terminadas en menos de un año y, además, le dije al alcalde que durante ese año me dejase ocupar el salón de actos de la Gerencia de Urbanismo para que continuase la actividad de la Academia y estuvimos todos los jueves con las sesiones públicas. El acuerdo fue en 1990 y el 9 de octubre, festividad de San Dionisio, de 1991 se inauguró la nueva sede.         
— Que me figuro fue el punto de partida de la institución tal y como está ahora.
— Fue un estímulo importante, un acicate para estructurar la vida de la entidad que, en sus ciclos Jerez Siempre, Medicina y Sociedad y Otoño Musical, articuló el trípode sobre el que se apoya que son las Ciencias, las Artes y las Letras. En su tiempo luché por una condición primordial y otra histórica. La primera era que estuviese como miembro de número en el Instituto de Reales Academias de Andalucía. La Academia ha tenido el reconocimiento de Andalucía y ha participado en todas las juntas de Gobierno y eso dio ocasión para que recibiese un premio, para mí extraordinario, que fue la Medalla de Honor de 2011, en un acto celebrado en el Cabildo Viejo , coincidiendo con el Día del Instituto de Reales Academias de Andalucía. Fue una gran satisfacción porque era la culminación de una vida académica, totalmente altruista, que he compatibilizado con mi vida profesional.     
— Pero usted sigue estando en presencia permanente en la Academia.
— Yo siempre estoy con el poder constituido. Ahora hay otra junta pero yo colaboro como un académico de a pie y me siento muy respaldado por ellos, por el sitio que me dan y porque han tratado temas míos con un enorme cariño. En el calendario de mi vida está ir todos los martes a la Academia y a sus sesiones públicas.    
— Decía que se marcó dos objetivos.
— Uno era el asentamiento cultural de nuestra Academia en Andalucía y el otro fue lograr el título de Real. Su Majestad El Rey nos concedió el título en 1991, antes de la inauguración de la nueva sede. Es un honor y es una tradición en el mundo de las academias. Logré también asociar la Academia al Instituto de España que es el núcleo que aglutina a las reales academias de España como la de la Lengua, Medicina o Bellas Artes y las academias provinciales pueden lograr ser asociadas y lo conseguimos. 
— Pero esa labor parece que se queda dentro de Jerez, que no traspasa los límites. 
—Sí los traspasa porque el ámbito de la Academia, según sus estatutos, está en la provincia. Cádiz tiene las Academias de Medicina, Hispanoamericana y Bellas Artes; San Fernando la de San Romualdo y nosotros. Somos cinco en la provincia y nosotros tenemos académicos del área más cercana, del marco de Jerez y de la Sierra. Además, en ese contacto con la provincia, he tenido otra faceta, que la cerré en el año 1993, que fue la de pregonero.
— Usted ahora mismo es el decano de los pregoneros de la Semana Santa de Jerez
—Fue, y lo digo con humildad,  el pregón que abrió las puertas a los ciudadanos de a pie. Antes esos pregones eran dados por autoridades y no existía esa cercanía de que el pregonero sale de la sociedad, del mundo de las cofradías. En ese sentido dí un paso en el año 1968 y quise que el pregón fuese en la Academia como un homenaje a José Cádiz Salvatierra. Después he pregonado las Semanas Santas de San Fernando o Sanlúcar; los Juegos Florales Rosarianos de Rota, la Fiesta del Moscatel en Chipiona. He participado en temas de poseía, he escrito mucha poesía aunque no la he publicado, y gané la I Flor Natural de la Sierra en el 70. También pregoné las Fiestas de Exaltación del Guadalquivir. He estado presente en la vida provincial. Participé en el Club de Opinión de Arcos, ya que me unía una gran amistad con los hermanos De Las Cuevas, y ahora la tengo también con los hermanos Murciano. En el plano cultural mi asiento en la provincia ha existido, el propio Hogar de los Dolores, aunque enclavado en Jerez, es provincial. La provincia me apasiona. Hay una parte que un jerezano tiene más alejada como es el Campo de Gibraltar, pero toda la zona de Los Alcornocales, de Jimena, la zona sur de la provincia tienen un encanto fundamental y el polo industrial de Algeciras que es fabuloso, con un puerto extraordinario.
— Ese polo haría falta en Jerez...
—Y en todo el resto de la provincia, sí. Nuestra relación más grande, por tanto, al hilo de lo que le decía, es la Bahía de Cádiz y la Sierra y en estos puntos es donde realizo mi vida. Cádiz, con el bicentenario de las Cortes, ha atestiguado su belleza y es el reservorio para la historia con ese clima de libertad que se respira. Ese mar de Cádiz espléndido y si de Cádiz nos venimos atravesando el puente Suazo tierra adentro tenemos a Puerto Real, ese espacio que Jerez le dio a los Reyes Católicos para que tuviesen puerto. Los puertos pertenecían a casas ducales, el Duque de Cádiz, de Medina Sidonia. El realengo no tenía puerto y Jerez cedió parte de su término municipal para que se crease el Puerto Real. Hay una vinculación, qué decir de El Puerto, Sanlúcar o Trebujena, donde sus problemas están alrededor del vino. Hablar de una cosa es hablar de toda. La parte menos hablada, pero más hermosa para el turismo, es la Costa Atlántica, desde Chiclana a Tarifa, sus playas son admiradas en todo el mundo y enmedio está elevado Vejer. Había un libro de poesía de Ginés de Aveleda, Vejer en vuelo,. Vejer está en vuelo asomado a ese mundo que es la costa atlántica. El mundo literario ha estado muy vinculado a esa zona, sobre todo a la zona de Vejer.   
— Una provincia variopinta, eso es cierto 
—Me dice mucho. Mire, había una frase de Anselmo González Climent, que fue quien instituyó la palabra flamencología, en la que decía que “la implenitud de Jerez es mirar a Sevilla dándole la espalda a Cádiz. Jerez hubo un tiempo que miraba mucho a Sevilla, pero Jerez y Cádiz son complementarias, en sus festejos, en sus vidas. Tierra y mar, Feria del caballo y Carnavales. Somos, reitero, complementarios y pienso que es una implenitud no mirar hacia ella y que la Bahía no sea un lugar de encuentro. Ese núcleo urbano que es el área metropolitana de la Bahía es una ciudad de quinientos mil habitantes, un espacio abierto al mar y es un complemento y debemos trabajar de la mano, porque si no se va de la mano, malo. Pienso que debería haber un campus universitario en la Bahía, no atomizar las facultades, un campus con medios de comunicación adecuados donde ahora algunas facultades en el área de Puerto Real. Eso hubiese dado lugar a una vida universitaria hermosísima.
La conversación con Francisco Fernández García Figueras es amenísimna, llevábamos más de una hora, por el gong de sus relojes, y parecía que estábamos empezando. Como él empezó a hablar de su época en el Instituto, ese Padre Luis Coloma que recibe premio provincial también, y del que él fue protagonista en su bendición en la Avenida porque “fue un alumno que tuvo la suerte de asistir al sacerdote Manuel Becerra en la bendición. Estuvo el ministro Joaquín Ruiz Jiménez, que luego sería mi líder político”. Y recuerda a aquellos profesores que tanto hicieron por la cultura de Jerez, como Cádiz Salvatierra, Horacio Bel, Angel Luelmo, Manuel Estévez y también al historiador por excelencia de la Sierra, Manuel Pérez Regordán, cuyos libros están en una de las estanterías de la biblioteca de su despacho. Miembro del Centro de Estudios Históricos Jerezanos , Francisco Fernández García Figueras insiste en que “no podemos ser un compartimento estanco y tenemos que hacer una apertura a la provincia”.
 

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