"A cualquiera que pase por la calle Palo Dulce de Moguer le llamará la atención una vieja fachada peligrosamente inclinada hacia afuera y, actualmente, apuntalada con travesaños que apoyan en la pared de enfrente. Justo al lado, la obra de un vecino es la causa. Al destruir sus contrafuertes y excavar al pie del viejo muro de ladrillo macizo de más de 60 centímetros de espesor, que hacía de lindero entre las propiedades, éste se ha venido abajo. Y aunque se ha apresurado el dueño de la obra nueva en hacer un rápido tabique de ladrillo hueco para intentar disimular tal desaguisado, muchos han podido ver lo que, durante unos días, ha quedado al descubierto: dos magníficas y airosas arcadas ojivales de diferente altura, sobre pilares y pilastras cuadrangulares, sustentando la tradicional techumbre de tejas árabes sobre estructura de madera. Toda una rareza en la arquitectura bodeguera no sólo de Huelva, sino de toda Andalucía".
Así comienza la denuncia que la Academia Andaluza de la Historia realiza en un escrito remitido a este periódico, y que reza así:
"Es sabido que Moguer fue el primer núcleo productor y exportador de vinos de lo que hoy llamamos Condado-Campiña onubense. Su puerto fluvial fue la puerta de salida de los vinos del Condado. Se tiene noticia documental de envíos de cargamentos de vino, durante la Edad Media y Moderna, a Inglaterra, Países Bajos, Suecia y otros países del norte de Europa, que salían de la rivera del Tinto, y desde el Descubrimiento, se surtía también a los barcos de la ruta americana, bien directamente (como fue el caso de las naves descubridoras y de algunas de las primeras expediciones), bien a través del puerto de Sevilla. Aún en la Guerra de la Independencia era Moguer considerado un punto de primer interés estratégico, por ser lugar tradicional de abastecimiento de vino de la Armada española. Luego, el aterramiento progresivo del Tinto, el trazado de la vía férrea por la margen derecha de este río y la filoxera acabaron con el que, durante siglos, había sido indiscutible protagonismo en el sector vitivinícola de esta ciudad, en el que la sucedería La Palma y, actualmente, Bollullos Par del Condado.
En lógica correspondencia con esta trayectoria histórica, también la arquitectura bodeguera de Andalucía tiene en Moguer algunos de sus ejemplares más antiguos y señeros. Juan Ramón Jiménez, en Platero y en otros libros de prosa, menciona algunas de las, lamentablemente, desaparecidas, como la bodega del Diezmo Viejo (en la calle Angustias), que compró su padre, y cuyo nombre nos remite a los antiguos diezmos que los agricultores tenían que pagar a los monasterios, conventos y parroquias por la utilización de las tierras de propiedad eclesiástica. Afortunadamente, se conserva otra bodega, la del Diezmo Nuevo que, desde el siglo XVIII hasta la actualidad, es propiedad de la familia Sáenz, y que, originariamente, había sido la cilla del Monasterio de jerónimos de Nuestra Señora de la Luz (construido durante el reinado de los Reyes Católicos) que, radicando en la vecina localidad de Lucena del Puerto, tenía importantes propiedades rústicas y urbanas en Moguer, por ser natural de ésta su fundador, don Diego de Oyón. Esta bodega conserva, en su parte más antigua, algunos arcos ojivales. Pero la única que tiene todos sus arcos ojivales, sin mezcla alguna y con unidad de estilo, es la que ahora nos ocupa.
En todo el Condado sólo encontramos otra con ese tipo de arquería, aunque alternada con otras de medio punto. Es el caso de la bodega de las Carrionas, la más antigua de Bollullos, que alguna opinión cualificada data en la segunda mitad del Setecientos, aunque el primer documento que la menciona es algo posterior. El constructor de ésta supo aprovechar la mayor altura que permite alcanzar el arco apuntado, para colocarlo donde se requería esta altura, en el espinazo del edificio, que debe sustentar la línea de la que parte, a cada lado, la inclinación de las dos aguas del tejado. En cambio, para sustentar cada agua en la mitad de su inclinación, utiliza la arquería de medio punto, manteniendo la altura de sus apoyos -que no son pilares como en la de Moguer, sino columnas-. Es una solución, evidentemente, más moderna y evolucionada que la que nos ocupa. La moguereña no tiene cuatro crujías separadas por tres líneas de arcos como la bollulera, sino sólo tres y dos arquerías. Ello se explica por la disposición de la bodega, en paralelo al eje de la calle, por su reducido tamaño y por la necesidad de desaguar su tejado hacia la calle y hacia el patio interior y no sobre las propiedades colindantes. Los dos pares de arcos son de idéntica traza, y su diferente altura se resuelve disminuyendo la altura de los pilares que los sustentan.
A nivel ya de toda Andalucía sólo encontramos una muestra de similar arquitectura en la bodega del Toro, la más antigua de Barbadillo, en Sanlúcar de Barrameda. Nada parecido hay en Jerez, ni en el Puerto de Santa María, ni en Montilla-Moriles, donde todas las bodegas antiguas presentan arquerías de medio punto. Sólo en el Aljarafe sevillano encontramos alguna ojiva en la parte más primitiva de la Bodega Góngora (Villanueva del Ariscal), pero no como estructura principal de sostén de la techumbre, sino como arco de puerta.
La datación precisa del monumento no es fácil, al no haberse encontrado aún documentos de apoyo y estando pendientes de hacer análisis de materiales y estudio arqueológico del entorno. Tenemos que trabajar con la tipología y características arquitectónicas específicas de este edificio, con la comparación con otros edificios similares de otros lugares, con el estudio de la arquitectura del entorno inmediato y, siempre, con el conocimiento de la historia local. Es sabido que el arco ojival deja de usarse en la arquitectura culta en los comedios del siglo XVI, al imponerse las soluciones renacentistas, que preconizaban el arco de medio punto y las bóvedas de cañón. Pero la arquitectura popular aún seguiría usando la forma ojival durante algún tiempo, en ermitas rurales y, como puede verse, en construcciones de carácter civil o industrial como ésta. En las inmediaciones, a sólo 50 metros, encontramos una casa que conserva un patio mudéjar con arcos, enmarcados en alfices, sobre pilares ochavados, como el claustro chico del monasterio de Santa Clara de Moguer, datable en el siglo XV o principios del XVI. A unos 200 metros encontramos otra casa con pinturas murales de principios del XVI, datadas por el profesor Arquillo, catedrático de restauración de la Facultad de BB.AA. de la Universidad de Sevilla. En el propio patio de la bodega hay grandes tinajas de cerámica enterradas, que pueden ser de la misma época. La historia local nos dice que en Moguer proliferaron las pequeñas bodegas familiares, de las que hubo casi 200, muchas de ellas con alambiques, con los que obtener alcohol para encabezar los vinos, técnica necesaria para garantizar la conservación de los caldos que se exportaban a América. Es sabido que las provisiones de vino para abastecer a la Armada española y a las colonias de Ultramar desde el puerto de Sevilla provenían mayoritariamente del Aljarafe y del condado onubense, en este último caso a través del puerto de Moguer. Por tanto, hubo actividad económica que justificó la construcción de bodegas en los siglos XVI y XVII. Esta industria entra en crisis cuando, a mediados del siglo XVIII, se trasladó el monopolio del comercio con América desde Sevilla a Cádiz. Es el momento que marca una primera decadencia del Aljarafe y el Condado, paralelamente al primer apogeo de la industria vinícola de la zona de Jerez, El Puerto y Sanlúcar, por su proximidad geográfica con el puerto gaditano. Pero como la producción de uva de esta comarca fue insuficiente, pronto volvió a contarse con los caldos onubenses, aunque con la mediación de la nueva y pujante burguesía gaditana -natural o trasplantada-. La segunda mitad del XVIII, y buena parte del XIX, es el momento de la construcción de bodegas más grandes, ya del estilo de las bodegas-catedrales jerezanas. La nuestra es, evidentemente, por tamaño, tipología y estilo, del período anterior.
Estamos, por tanto, ante la que, tal vez, sea la bodega más antigua del Condado y la Tierra Llana onubense, y ante una de las más antiguas de toda Andalucía. Y está en serio peligro de venirse abajo, pues uno de sus muros laterales ha sido destruido en su totalidad. De momento, está aguantando porque los arcos más próximos al muro destruido y la fachada que hacía ángulo con éste han sido apuntalados por orden municipal. El delgado tabique de ladrillo hueco actual con el que se pretende sustituir el antiguo muro de ladrillo macizo de 60 centímetros de espesor con sus pilastras exteriores en los puntos de apoyo de los arcos (recordemos que se trata de una construcción de progenie o inspiración gótica, es decir, sustentada desde fuera), con la intención clara de apropiarse del espacio de suelo que ocupaba para ensanchar el solar de la obra nueva, ese delgado tabique que no llega a citara por su escasos grosor y consistencia, difícilmente podrá garantizar la estabilidad de las arquerías y de todo el tan singular edificio. Y, aunque pudiera pensarse en la posibilidad de sustentar la vieja obra en la nueva, debería descartarse, pues supondría una grave merma al valor patrimonial histórico-artístico de la bodega. La única solución de recibo, respetuosa con la historia, con el arte y con la ley, es la reconstrucción íntegra del muro tal cual era, con sus mismos materiales (ladrillo macizo), idéntico grosor y contrafuertes, que durante varios siglos ha mantenido en pie este tan notable momento. ¿Harán algo nuestras autoridades para garantizar la pervivencia de este raro ejemplar de la arquitectura bodeguera andaluza?"