El fuerte viento que ayer soplaba en la capital gaditana no fue un inconveniente para el lucimiento de la Archicofradía de La Palma. Como cada año, la calle del mismo nombre se atestó de un público deseoso de recibir al Cristo viñero y a la Virgen de las Penas. Sobre las cinco menos diez minutos de la tarde aparecía el crucificado por el dintel de la puerta de la iglesia de La Viña y tras la siempre delicada maniobra de salida ejecutada a la perfección por los cargadores bajo las órdenes de los veteranos capataces, los hermanos Francisco y Tomás Martín, el paso, que este año estrenaba una nueva fase del dorado, comenzaba a andar por las calles de su barrio. La Virgen de Las Penas salió poco después ante la atenta y fervorosa mirada de sus vecinos, que no dudaron en gritarle “guapa” a la talla atribuida a José de Medina. Bajo los sones de la banda de música de la Soledad de Cantillana, la reina viñera comenzó su recorrido por las calles de un barrio que, como siempre, mostró su entrega absoluta a su Virgen. La cuadrilla comandada por Ramón Velázquez también recibió los piropos de sus vecinos.
Cádiz
La Viña es toda Misericordia
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