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Viernes 22/11/2024
 
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Jaén

Hacen la cárcel un lugar mejor

Un total de 42 personas trabajan como voluntarios divididos en tres grupos de trabajo y este curso han trabajado la formación de un total de 310 presos

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  • Actividad al aire libre -

La Delegación Diocesana Pastoral Penitenciaria de Jaén trabaja para lograr la inserción sociolaboral de reclusos y ex reclusos a través de la ejecución de acciones de orientación laboral, formación, cualificación profesional, actuaciones lúdicas y de acompañamiento en el empleo.


Detrás de esta labor está el delegado de Pastoral Penitenciaria en la Diócesis de Jaén, José Luis Cejudo, y 42 voluntarios jienenses, que trabajan divididos en tres grupos. Atienden a todos los presos que convienen desde la subdirección de Tratamiento del centro penitenciario en un total de 23 cursos que cubren las necesidades terapéuticas, formativas y religiosas de los internos.


Este curso han entregado un total de 310 diplomas a los presos que han finalizado su formación con la Pastoral Penitenciaria. También se han confirmado 28 presos. “Los voluntarios no son profesionales, pero sí muy competentes. Todas las semanas acuden un día a la prisión para estar con los presos, de forma altruista”, reconoce Cejudo.


En esta línea, apunta a que a pesar de que el voluntario más joven tiene 21 años, necesitan personas adultas, con un corazón fuerte y con un equilibrio psicológico importante. “Hay que saber el tipo de afecto que doy y que permito que me den. Psicológicamente es importante. No vamos a hacer un juicio de las personas. Me da igual por qué está el interno en la prisión. Lo vamos a tratar a todos iguales”, valoró el delegado responsable.


El mayor éxito para los voluntarios de la Pastoral Penitenciaria es el cariño y el respeto que reciben de los internos. “Verlos motivados con ellos mismos es muy gratificante”. Los presos demuestran sus inquietudes reflejando su interés por aprender con los cursos. “Ellos quieren crecer”, dice.
La mayoría de los presos tienen “muy asumido” que quieren afrontar un proceso personal de recuperación de su vida, de su futuro, de su familia. “Participan en los cursos  porque quieren recuperar una dimensión de su vida, sea la personal, religiosa o la formativa”, recuerda.
Todos los meses hacen una salida programada para convivir con un grupo de la provincia (estudiantes, parroquias y cofradías). “Esta salida tiene una finalidad cultural, pero también de convivencia. Es el puente que vamos trazando con la sociedad”, resalta Cejudo.


En líneas generales, su labor trata que la persona reclusa alcance una fuerte motivación para insertarse tanto social como laboralmente en la sociedad y que sea capaz de combatir sus dependencias, asumir terapias, cambiar su escala de valores y estimar el trabajo como uno de los medios más efectivos para alcanzar su integración en la sociedad construyendo una vida nueva.

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