Al margen de los conflictos y problemas internos de índole personal dentro del vestuario y los esperpentos vividos sobre el césped así como en los despachos de la secretaría técnica, el fútbol prosigue su curso natural y este domingo, el conjunto bético volverá a visitar uno de los estadios donde el beticismo tuvo que vivir uno de los escarnios arbitrales más escandalosos que se recuerdan en las últimas temporadas.
Fue en El Toralín frente a la Ponferradina donde el Betis se convirtió en una marioneta futbolística auspiciada por la dirección del partido de Hernández Hernández, quien terminó desesperando a futbolistas y cuerpo técnico; en un encuentro donde al cabo de los 90 minutos de juego y un asedio constante verdiblanco sobre la meta local en la recta final del choque, se reflejaba en el luminoso el empate a un gol que además, se situaba en mitad de una racha de resultados negativa durante varios partidos que desató el nerviosismo de Pepe Mel.
El extécnico del Betis protagonizó una rueda de prensa muy elevada de tono, donde criticó duramente, no sólo al colegiado de la contienda, sino al propio estamento arbitral instando incluso al otrora presidente del club de Heliópolis, Rafael Gordillo, a tener que intervenir personalmente con el presidente del Comité Técnico de Árbitros, Victoriano Sánchez Arminio, para actuar y poner los puntos sobre las ies ante tamaño agravio.
Este fin de semana, tocará liarse la manta a la cabeza y redimirse deportivamente, de aquel amargo recuerdo.
Tres errores que obraron la pesadilla
Fallos que se sucedieron en los últimos diez minutos de juego, en los que un fuera de juego de Ezequiel después de un saque de banda (inaudito), las claras manos de Toribio, defensa de la Ponferradina dentro del área que acabaron en córner y el tanto anulado de tras un cabezazo limpio de Molina que hubiera supuesto el 1-2 en el marcador, privaron de los tres puntos al conjunto bético y la ira del beticismo.