El primer ministro de Italia, Matteo Renzi, ultima esta semana la reforma de la ley electoral gracias al apoyo del expresidente Silvio Berlusconi, una alianza que ha suscitado recelos y que devuelve protagonismo al excavaliere.
El martes está prevista la votación del conocido como "Italicum", una de las principales medidas del líder del Partido Demócrata (PD, en el Gobierno) con la que pretende conferir mayor estabilidad a un país acostumbrado al tambaleo y la caída de sus Gobiernos.
El proyecto llega al Senado en la recta final de su tramitación parlamentaria y para su aprobación, Renzi, que se presentó como el encargado de poner fin a la vieja política, ha tenido que escribir un nuevo capítulo del "Pacto del Nazareno", nombre con el que se conoce al acuerdo secreto que mantiene con Berlusconi desde enero del 2014.
El pasado miércoles el proyecto de la ley electoral fue sepultado por más de 47.000 enmiendas presentadas por diferentes grupos políticos que intentaron obstaculizar así el proceso.
Fue entonces cuando los engranajes del convenio del "Nazareno" comenzaron a funcionar y el líder conservador llamó a los senadores de su partido, Forza Italia (FI) a respetarlo y a votar a favor del "Italicum".
De este modo, fue posible acabar de un solo golpe con 35.000 modificaciones solicitadas y allanar considerablemente el curso de los acontecimientos.
También tumbaron juntos las enmiendas de Miguel Gotor, calificado por Renzi como "su enemigo preferido", pese a ser correligionarios, y con las que solicitaba la supresión de algunos puntos del "Italicum" propuestos por Berlusconi.
Muchos han reprochado a Renzi la "resurrección" del político septuagenario, que en los últimos tiempos ha permanecido alejado de la arena pública con trabajos sociales desde mayo, a raíz de su condena en firme por fraude fiscal.
Su ausencia, según el excavaliere, ha propiciado el hundimiento de FI pero ahora, cuando falta un mes para la conclusión de su condena, pretende irrumpir en escena como una "fuerza capital" en los planes del joven primer ministro de orientación socialdemócrata.
Todo apunta a que así ha sido, puesto que la bancada conservadora se ha erigido como un apoyo importante cuando no imprescindible en los planes de Renzi, que asiste a cómo su partido se resquebraja por momentos.
Y es que uno de los principales problemas de Renzi es un grupo de parlamentarios que forman "un partido en el partido" dentro del PD, que se muestran muy críticos con su modo de gobernar y que, además, amenazan con provocar un auténtico cisma.
Representantes del ala más progresista de la formación ven el pacto entre ambos líderes como un "ataque a la democracia" y critican lo que consideran el nacimiento del "Partido del Nazareno", en palabras del diputado Stefano Fassina.
Pero la animadversión no solo crece en el PD sino que Berlusconi también ha asistido al surgimiento de diversas voces críticas en FI como la de Raffaele Fitto, expresidente de la meridional Apulia, algo poco frecuente en el seno de ese partido.
Por su parte el líder del Movimiento 5 Estrellas, Beppe Grillo, ha denunciado en su blog y con su particular tono irónico el "quid pro quo" entre Renzi y Berlusconi.
Al último le acusa de sacrificar su "impresentable equipo político hecho de opacidad y silicona a favor de un sucesor, Renzi, designado desde hace tiempo como el delfín que le proporcionará la impunidad y la inmunidad solicitada, la salvación de su imperio".
A esta situación hay que añadir, además, la elección del jefe del Estado, un trámite que ya en 2013 sumió en el caos al país dado que ningún candidato logró los apoyos suficientes de un Parlamento muy fragmentado, prácticamente el mismo que el actual.
El próximo jueves comenzarán las votaciones para hallar a un sucesor de Giorgio Napolitano, que dimitió el pasado 14 de enero alegando motivos de edad, y los diferentes partidos ya están haciendo cábalas a este respecto.
Renzi ve improbable que la "fumata blanca" se produzca en las tres primeras votaciones, cuando se requieren dos tercios de los 1.009 escaños (Senado y Cámara), por lo que tratará de alcanzar el consenso a partir de la cuarta, cuando bastará la mayoría simple.
Será entonces cuando afronte una nueva encrucijada en la que tendrá que decantarse entre mirar a la izquierda y calmar los ánimos en su partido o reeditar el "Pacto del Nazareno" para impulsar un nuevo presidente que gobierne con el plácet de Berlusconi.