Arn Chorn-Pond, premiado activista camboyano y superviviente del Jemer Rojo, se salvó "gracias a la música", por lo que busca recuperar la cultura local para llenar el vació que dejó la muerte del 90 por ciento de los artistas del país.
Chorn-Pond tenía 12 años cuando en abril de 1975 el Jemer Rojo le separó de su familia durante la evacuación de Battambang, la segunda ciudad del país, y fue enviado junto al resto de habitantes a campos de trabajo en zonas rurales.
"Me obligaron a hacer muchas cosas, cosas horribles, solo tenía 12 años. Tocar la flauta para los líderes del Jemer Rojo me ayudó a sobrevivir, es una de las razones por las que decidí ayudar a través de la música", explica a Efe el activista.
Chorn-Pond se ofreció voluntario junto a otros 4 niños para aprender a tocar la flauta junto a un maestro camboyano, ya que los mandos del Jemer Rojo en Wat Ek, un templo budista reconvertido en prisión, no querían que se oyese el ruido de las ejecuciones.
"Tres de los niños que aprendían más lento y mi primer maestro fueron asesinados por el Jemer Rojo", recuerda.
Unos 1,7 millones de personas murieron a causa de hambruna, enfermedades, explotación en campos de trabajo y ejecuciones durante el régimen de inspiración maoísta derrocado en 1979 por el Ejército de Vietnam, que ocupó el país durante la siguiente década.
Chorn-Pond fue obligado a combatir contra las tropas vietnamitas, aunque después de tres meses de guerra consiguió escapar y llegar a uno de los campos de refugiados en Tailandia.
Allí conoció al reverendo Peter Pond, que lo adoptó y se lo llevó a vivir con él a Estados Unidos, donde sufrió un difícil proceso de adaptación.
"Quería negar lo que me paso, mi cultura, me quería suicidar, y creo que el motivo fue que negué quien era e intenté seguir un estilo de vida que no era el mío", razona Chorn-Pond.
Regresó a Camboya a principios de los noventa en busca de miembros de su familia y, aunque ninguno de ellos seguía con vida, descubrir que habían formado una compañía de ópera fue el comienzo de la recuperación de su pasado artístico.
La búsqueda de sus orígenes ligados a la música le llevó a crear la organización Cambodia Living Arts, dedicada a recuperar el patrimonio humano artístico y cultural del país y a incentivar a los jóvenes a aprender de los maestros supervivientes.
"Encontré a mi maestro, el segundo al que obligaron a enseñarme durante el Jemer Rojo, maestro Mak. Me lo encontré en la calle, borracho, después de veintitantos años, y decidí recuperar su conocimiento y el de otros maestros que habían sobrevivido", rememora emocionado el activista.
Según Chorn-Pond, la sociedad camboyana debe "buscar en la historia, que está convertida en cenizas", porque si se limita a copiar otras culturas extranjeras eso "acabará matándonos, destruirá nuestra alma".
"Pero cuando juntamos al maestro con el alumno no solo aprenden música, aprenden de la vida de cada uno," añade Chorn-Pond.
Tras 16 años de existencia, Cambodia Living Arts llevó en 2013 un festival de arte camboyano a Nueva York donde "dejaron caer cargas de artistas, no bombas, para vengarnos de esa manera de los estadounidenses", bromea Chorn-Pond, en alusión a los bombardeos de EEUU que favorecieron el crecimiento del Jemer Rojo.
Con el impulso del activista y la organización han aparecido varios grupos musicales que recuperan y fusionan música camboyana anterior al Jemer Rojo, incluidos algunos de composición internacional como Dengue Fever, Cambodian Space Project o Laura Mam.
"Quedaron algunos (maestros) y por eso volvemos. El arte da propósito a la vida, dignidad y una vía económica para muchas personas que acabarían en la calle. Ahora bailan, tocan instrumentos, los de sus ancestros, están felices y encuentran su identidad, ¿qué puede ser mejor que esto?", se pregunta.