Lo decía en una de sus visitas a San Fernando el desaparecido autor Juan Luis Galiardo. Las empresas estaban requiriendo los servicios de actores de teatro para enseñar a sus directivos y cargos intermedios nociones básicas de interpretación.
¿Para qué? La respuesta es de lo más simple, aunque sea difícil encajarla en el mundo de la empresa. Un mando, cualquiera que sea, tiene que saber comunicar lo que quiere y además tiene que tener el carisma suficiente para convencer de que lo que quiere es bueno para la empresa y para el que tiene que cumplirlo.
Es verdad que se podría limitar simplemente a dar la orden y pobre del que no la cumpla, pero está demostrado que el empleado más productivo es el que cree en lo que está haciendo.
Lo que decía Juan Luis Galiardo que le pedían las empresas era que sus cargos “dominaran el escenario”, supieran mover las manos y los pies, aplicar la entonación precisa según lo que estuvieran diciendo y además, hilar bien el mensaje.
En suma, recuperar una ancestral técnica llamada oratoria en la que tanto la palabra como los silencios, la quietud y el movimiento, implican mensajes directos y subliminales. Y cuando se hace bien, mensajes sublimes.
Angie Cortejosa estudió Arte Dramático en Sevilla durante cuatro largos años y después se ha curtido en distintas compañías de teatro clásico, de ese en el que se habla en verso, el más difícil y para el que pocos están preparados. Y también hizo teatro experimental, aunque le gusta mucho menos.
Como ella se tuvo que ir de San Fernando para estudiar, pensó que por qué no volvía para enseñar, no la carrera de Arte Dramático pero sí una enseñanza elemental que sirva no sólo para una serie de personas que quieren iniciarse en grupos de teatro de la ciudad, sino sacando al teatro todo su jugo.
“Yo siempre aconsejo que para estudiar teatro y para hacer teatro hay que salir fuera, pero para qué irse tan pronto”. Y ese es el motivo por lo que crea este centro, que para el aficionado, el que lo hace por diversión o entretenimiento, le puede servir y aquí hay muchos grupos de teatro, asociaciones... que le pueden sacar partido a la iniciativa.
Pero sacarle todo su jugo es otra cosa, explica Angie. Las clases de teatro no sólo pueden hacer que una persona se suba a un escenario a representar una obra, sino que un niño que tenía preocupados a sus padres por su introversión, al cabo de una semanas los deje con las bocas abiertas recitando una perorata “cuando antes no era capaz de decir cuatro palabras”.
Y eso es sólo un ejemplo. Ella tiene en la actualidad dos grupos de gente menuda, pero a los que quiere llevar el mensaje de las ventajas del teatro es a los mayores, a personas que tienen que hablar en público, que tienen que comunicarse y que aunque crean que están a un buen nivel -que nadie lo duda- pueden multiplicar su capacidad de convicción.
Para los más introvertidos, los más necesitados de esa disciplina, lo primero es “quitarles ese miedo que traen, todos tenemos unas barreras”, hacer que el cuerpo se mueva con fluidez, que la voz salga limpia y sin miedo. “Para el que quiera dedicarse al teatro y para todo el mundo”.
El teatro es una de las disciplinas más completas en el aprendizaje de una persona que tenga que actuar en público. Y no sólo para las que ya lo hacen y pueden mejorar en su trabajo, sino para las que buscan empleo. Les permite presentarse con seguridad, explicarse con fluidez, convencer, en suma.
“El miedo escénico existe”, dice Angie Cortejosa. Y se ve en personas de las que nadie se puede imaginar que les cueste trabajo comunicarse teniendo en cuenta que tienen una profesión en la que la comunicación es su principal valor. “Yo les doy las herramientas y luego que ellos las apliquen”.