Los titulares de la prensa fueron reiterativos. “Europa despide el año con fuertes medidas de seguridad por la amenaza yihadista” (El Mundo, 01/01/16); “El mundo blinda sus celebraciones de Nochevieja ante la amenaza terrorista yihadista” (La Voz Libre, 02/01/16); “Des millions de personnes dans les rues dans le monde entier pour un Nouvel An sous haute sécurité” (Les Echos, 01/01/16). “Nouvel An sous haute sécurité pour des millions de personnes dans le monde” (Libération, 01/01/16). “Un Nouvel An sous haute protection” (Le Progrès, 02/01/16). Y así sucesivamente.
En Bruselas, dadas las circunstancias especialmente terribles que concurren en la capital belga, donde al parecer tiene su domicilio el 90 por ciento de los activistas de ISIS destacados en Europa, el panorama de festejos estuvo bastante flojo: “Bruxelles: pas de feu d'artifice, ni de festivités place De Brouckère pour le Nouvel an” (La Libre Belgique, 30/12/15).
Ya en las vísperas del cambio de año un petardazo informativo agitaba el ambiente en Alemania: “El Estado Islámico es sospechoso de planear atentado en Múnich” (El Comercio, 31/12/15). La alarma se extendía a todo el viejo (alguien añadiría: “putrefacto”) continente: “Medidas excepcionales en capitales europeas por temor a atentados” (El País, 31/12/15). Y también a todo el planeta: “Cities around world tighten security amid New Year's Eve terror attack fears” (The Guardian, 31/12/15).
En Alemania, no tardaron en materializarse las consecuencias de la presunta amenaza: “La policía evacúa dos estaciones de tren en Múnich por riesgo de ataque” (El País, 01/01/16). El día 2 de enero de 2016, el ministro del Interior germano, Thomas de Maizière, declaró al diario Bild que la República Federal Alemana reforzaría su cooperación con el espionaje extranjero para prevenir posibles agresiones del terrorismo. Tal vez De Mezières piense que las acometidas del islamismo radical, en un futuro próximo, sean más probables que posibles. La cosa llegó a ponerse fea: “Munich tembló por un atentado que no fue” (Página|12, 02/01/16).
A pesar de todo, la mayoría de las celebraciones para recibir al bisiesto 2016 se llevaron a cabo al amparo de las ametralladoras de las fuerzas del orden, con más o menos énfasis en función de los lugares y las condiciones del medio, además de unas multitudes impulsadas por el morbo, cierto espíritu de aventura, la voluntad de supervivencia y la turbia emoción de un sentido terminal de la historia.
Aunque como había advertido Raymond Dawson: “la historia universal ha llegado a parecer empresa tan imposible como la historia definitiva” (The Chinese Chamaleon. An Analysis of European Conceptions of Chinese Civilization, 1967).
Pero conviene no olvidar una evidencia subrayada por Edwin G. Pulleyblank: “una de las finalidades de la historia es ayudarnos a comprender la naturaleza del hombre con todas sus limitaciones y posibilidades” (Orientalism and History, 1954).
En las jornadas principales del tránsito de un año a otro saltaba una noticia sobre hechos pretéritos ocurridos entre el 21 y el 26 de noviembre, mientras Bruselas se hallaba en estado de máxima alerta. El caso fue que, en la comisaría del distrito de Ganshoren, muy cercana al barrio maldito de Molenbeek, un total de diez personas, entre policías (dos mujeres) y militares (ocho hombres), organizaron una bacanal por todo lo alto en la que, se dice, no faltó de nada, empezando por el sexo y el alcohol y acabando por ni se sabe. El conocimiento de estos sucesos ha causado el inevitable escándalo entre una ciudadanía que no entiende la peculiar forma de practicar una vigilancia extrema por parte de determinados miembros de la seguridad del Estado ante el riesgo de una nueva masacre terrorista. Hemos de suponer que los actores de tan intempestiva orgía ofrecerán algunas explicaciones sobre su conducta.
Entendemos la velada sicalíptica de la comisaría de Ganshoren como una reacción desesperada de los profesionales de las armas ante la perspectiva de una permanente y global situación de guardia irrestricta en el contexto de una rediviva oposición dualista entre oriente y occidente. La sempiterna dialéctica entre ellos y nosotros. Hélade contra Persia; la Cristiandad contra el Turco. Habrá quienes se inclinen a pensar que Rudyard Kipling tenía razón cuando escribió aquel verso: Oriente es Oriente y Occidente es Occidente, y los dos jamás se encontrarán (‘Balada del Este y el Oeste’, 1889).