El gobernante Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil prepara esta semana una serie de movilizaciones de su militancia para llevar en los próximos días a las calles la defensa de su líder, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, actual blanco de las investigaciones del caso Petrobras.
El presidente del PT, Rui Falcão, y el propio Lula, cuya casa y oficinas fueron registradas el viernes por las autoridades, al tiempo que fue interrogado en comisaría por la Policía, hicieron un llamado a la militancia para salir a las calles y hacer frente a las "arbitrariedades" contra el partido y su líder.
Después de su interrogatorio de tres horas ante la Policía Federal, Lula llegó a manifestar en una declaración ante periodistas que si la oposición quería enfrentarse con él sería en "las calles", un escenario que dijo "conocer mejor que nadie" por su actividad como líder sindical en la década de los 70.
Las movilizaciones fueron la estrategia adoptada por el PT para arropar a su líder y defenderse del cerco que recae sobre el partido de Gobierno, el más salpicado por los escándalos de corrupción en la petrolera estatal Petrobras, que según las autoridades, sobrevaloraba contratos con las principales constructoras del país.
El dinero de las coimas, de acuerdo con el Ministerio Público (fiscalía), era repartido entre antiguos altos cargos de la petrolera, ejecutivos de las constructoras y políticos, en su mayoría vinculados a la base del Gobierno.
En el momento que Lula era llevado por los policías a una comisaría, Falcão convocó a una vigilia de sus correligionarios en las afueras del apartamento del exmandatario, en el municipio de Sao Bernardo do Campo, en la región metropolitana de Sao Paulo.
El llamado de Falcão se hizo extensivo a varias ciudades del país, donde militantes del PT salieron a las calles el viernes y el sábado con banderas y carteles para protestar por el que denominan "golpe mediático" contra el Gobierno de la presidenta, Dilma Rousseff.
Muchas personas pasaron la noche del viernes y la madrugada del sábado en las proximidades del apartamento de Lula, donde ayer unos 300 militares recibieron a Rousseff, quien de viaje hacia su residencia particular en Porto Alegre (sur), donde pasa el fin de semana sin compromisos oficiales, decidió visitar a su mentor político.
El mismo viernes, Lula volvió a insinuar sus intenciones de disputar las elecciones presidenciales de 2018 y "ofreció" su nombre a los militantes del PT durante un acto político con sindicalistas del sector bancario en Sao Paulo.
La estrategia de movilizaciones se suma a los argumentos de defensa de Lula, quien hace énfasis en su "inocencia" por la acusación de un supuesto enriquecimiento ilícito y blanqueo de dinero proveniente de la red de corrupción enquistada en Petrobras.
El cerco de la Justicia también permitió una nueva aproximación de Rousseff con los altos cuadros del PT, después de que un sector del partido criticó a la mandataria por el ajuste fiscal que ha puesto en marcha para enderezar las maltrechas cuentas públicas de su Gobierno.
Rousseff, según fuentes próximas citadas por los diarios locales, también se había distanciado del propio Lula, su padrino político y al que sucedió en 2011 al frente del Gobierno brasileño.
Para los analistas, el llamado del PT para que su militancia salga a las calles también aviva la "polarización" entre las fuerzas políticas del país, con una oposición que presiona un juicio en el Congreso para destituir a Rousseff, por maquillar los informes contables de su gestión.
Movimientos contrarios al Gobierno preparan para el 13 de marzo una nueva jornada de manifestaciones en todo el país y dar apoyo a las investigaciones que enlodan la imagen del PT y de su líder.
Los mismos analistas apuntaron que pese a la presión ejercida sobre Lula y su círculo más próximo por parte de la Justicia, el exmandatario puede salir fortalecido en caso de no comprobarse su supuesta culpabilidad y su nombre tomaría cada vez más fuerza para convertirse en candidato oficial del PT en los comicios de 2018.