El gobierno local del PP ha cumplido su primer año en el Ayuntamiento en un mandato en el que no tiene mayoría y en el que la demoledora situación financiera provocará, de no recibir ayuda de las administraciones, Junta y Gobierno central (principalmente éste ultimo), que el equilibrista se desplome contra el suelo, porque la red hace tiempo que se empeñó. Un año con dos alcaldes, Fernández de Moya, que tras cuatro negros años y seis meses sin tomar una sola medida para reconducir la situación y con un Ayuntamiento como mera arma política contra el PSOE, salió corriendo en busca de sillones menos comprometidos; el segundo y actual, Javier Márquez, trajo aire renovado y puso fin a la confrontación estéril, hecho que debe ser visto como un fin en sí mismo y no como medio para alcanzar favores de otras administraciones, porque no son favores, sino solo obligaciones hacia los ayuntamientos, los grandes olvidados de la crisis. En medio, la pesada maquinaria municipal que no hay manera de echar a andar con más ‘perros viejos’ que ‘jóvenes halcones’ y con un equipo de gobierno que en muchos casos parece que hubiera sido elegido por la misma oposición, incapaz de salir al paso ni de los problemas que no precisan dinero. Claro.
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