Hubo un tiempo en que la política pasaba desapercibida, en que el tiempo de bonanza dejaba que la accidentalidad marcara el ritmo insostenible de, ¿despilfarro?, - eso nos decían – y en el que todo se dejaba en manos del otro, el elegido para gobernar; en quienes, en definitiva, habían adquirido la responsabilidad de velar por los INTERESES GENERALES.
Se estaba tan preocupado en disfrutar de la fiesta que todo era algarabía y disloque.
Vino otro tiempo en que a alguien se le ocurrió apretar el botón de alarma, la crisis, y se armó el follón. De la noche a la mañana, todos mirábamos con la boca abierta esa otra presunta accidentalidad de la que nada sabíamos y en la que todos nos vimos sumergidos, a pesar de que aquellos intereses generales se iban al traste y con ellos la bonanza y hasta el caballo del malo que estaba por allí pastando.
Pero los malos, aquellos que de verdad sostenían las riendas y venían al galope, sabían de qué iba el juego. Conocían perfectamente el plan, cada rincón de la llanura y hasta las accidentales crestas que podrían salpicar el resultado del atraco que, con guante blanco, llevaban tiempo planeando y ejecutando.
A nosotros se no quedó cara de pánfilos. La boca, dislocada, alcanzaba la mueca del más irrisorio títere que pudiéramos dibujar. Y todo se disparó.
Ahora y después de legislaturas de recortes, ajustes y rescates de entidades bancarias – aquellas que participaron de lleno en la fiesta –se está juzgando a figuras políticas de primera línea, también de guante blanco, que eran parte del pastel protagonista y con conocimiento de causa del tremendo atraco que se fraguaba. Presuntamente claro, o…claro, presuntamente. Como queramos.
El caso es que el orden de factores no altera el resultado. Sin embargo, vienen a decirnos que los hechos que se están juzgando, ese innumerable chorro de desfalcos, actuaciones delictivas, presuntas ignorancias confirmadas por la prensa, destrucción de pruebas y registros obligados de sedes en las que residen nuestros representantes, son también accidentales participaciones de elementos extraños al bien común que representa sus ya reconocidas siglas.
Desde luego. Son conocidas las siglas y los ´siglos´ de mentira que el ciudadano viene soportando y han convertido la política en el más absurdo de los circos, en el que se suele representar la más absurda de las comedias. Eso sí, sin pizca de gracia.
No nos extraña que existan problemas de conciencia y problemas de partido en aquellos en los que la disciplina de voto obliga a tragarse con ´papas´ todo lo antedicho y mucho más.
No nos extraña que, al final, la poltrona y la lucha intestina que pudiera asegurar la misma, pese más que la propia conciencia o el fin por el que aquél o aquella representante política se sumó al proyecto social que suponían sus postulados y que ahora se ponen en cuestión.
Tampoco nos extraña que, siendo engañados y no defendidos por quienes estaban en la oposición en aquél (y en este) momento, con la obligación de denunciar e informar al ciudadano acerca de la verdad de lo que estaba pasando, ahora se vean en la cuerda floja y casi desmembrados en el contrasentido que supone no haber hecho los deberes y querer guardar la compostura.
A estos señores políticos – no a aquellos - , se les llena la boca pronunciando palabras grandilocuentes y que bien pudieran ser excusas de sus más íntimos deseos y controversias. Pero la experiencia, la historia y la actualidad, está poniendo sobre la mesa un mapa más que evidente de esa moda española del último lustro y que bien pudiera resumirse en…”sálvese quien pueda”. Ante eso la cara se nos vuelve a dislocar.
¿Disciplina de partido? ¿Querrá decir eso que si el Comité Federal entiende que hay que ocultar los trapos sucios del ente, todo el mundo se calla siguiendo aquella disciplina? ¿Cuantos silencios y ocultamientos, zancadillas a la justicia y (otra vez) mentiras han supuesto la disciplina de partidos que como tales están llamados hoy a declarar ante la justicia y que dicen también defender aquél interés general?
Como remake de La Cena de los Idiotas, de Francis Verber, quienes quieren reírse de lo humano, habrán de pasar por lo divino antes de acceder al cielo. Mientras tanto, la conciencia invita a decir que no…sigue, o debería seguir siendo, no.
Arcos
´No, es no´
“Pero los malos, aquellos que de verdad sostenían las riendas y venían al galope, sabían de qué iba el juego..."
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