Han pasado 38 años, pero la familia de Hortensia González Ruiz y su novio Antonio Ramírez Gallardo no pierden la esperanza.
Fue el 6 de enero de 1979 cuando fueron acribillados a tiros en el municipio guipuzcoano de Villafranca. Ella tenía 20 años y era de San Roque. Él era su novio y tenía 24. Era guardia civil, natural de Tarifa. Ambos estaban inmersos en los preparativos de su boda cuando la banda terrorista ETA truncó sus vidas para siempre.
Hortensia había ido con su novio al País Vasco a visitar a su hermana, casada con un guardia civil y que estaba embarazada en aquel momento. "Yo fui la que lo vio y lo vivió todo. Nunca he podido superarlo", cuenta a VIVA Aurora, que 38 años después de la tragedia continúa pasándolo mal. "Esto es algo que nunca se puede superar. Imagina cómo me sentí cuando unos días después del entierro tuve que volver al País Vasco. Allí estaba sobre la cama la ropa de mi hermana.... Vivía con el miedo en el cuerpo". Por suerte, un par de semanas después, su marido fue destinado a Algeciras, donde aún reside a día hoy.
A pesar de las brutales muertes, el caso se cerró poco después de los dos meses, aunque ETA se había atribuido la autoría.
Hace unos tres años le propusieron a Aurora desde la Asociación de Víctimas del Terrorismo mover cielo y tierra para reabrir el caso. Y se ha conseguido. Hace una semana escasa le comunicaron que la Audiencia Nacional ha reabierto la investigación. "No pierdo la esperanza de que encuentren a quien asesinó a mi hermana y a mi cuñado". Y es que la familia no puede superar que unas muertes tan violentas hayan podido quedar impunes.
Jesús González es también hermano de Hortensia. "Hemos recibido la noticia de que se reabre la investigación con una gran satisfacción, no solo por nosotros, sino por todas esas criaturas que no saben todavía qué ha pasado con sus seres queridos. Por eso hemos luchado hasta el último momento. Y seguiremos luchando hasta que no podamos más".
Fue a él a quien en su día comunicaron en San Roque la triste noticia de las muertes. "La Guardia Civil envió a un panadero para comunicármelo. Y yo tuve que contárselo a mis padres".
Unos padres que, por cierto, ya fallecieron. Y se marcharon con la pena de no haber podido saber nunca quién les había arrebatado a su hija cuando solo empezaba a vivir...