El fusilamiento de José Antonio originó tensiones en el bando republicano, entre partidarios de mantenerlo con vida, como Azaña o Indalecio Prieto, y otros como el anarquista Joan García Oliver, que aceleraron su ejecución, según ha dicho el historiador Joan Maria Thomàs, biógrafo del fundador de Falange.
En "José Antonio. Realidad y mito" (Debate), Thomàs, especialista en los fascismos europeos del siglo XX, traza una monumental biografía del líder falangista, que el régimen franquista vio como mártir, como "una especie de santo laico", ha subrayado el autor en una entrevista con Efe.
El primer mito que cae, comenta Thomàs, es el de las motivaciones de su entrada en política: "José Antonio no entró en política para defender la figura de su padre, Miguel Primo de Rivera, que había sido cesado en 1930 como dictador, sino que lo hizo por ser una persona muy ambiciosa, con un fuerte mesianismo que compartía con su padre, y porque creía que podía salvar España con la fórmula fascista".
El historiador considera que los bombardeos republicanos de Alicante aceleraron el fusilamiento de José Antonio, una cuestión que "creó tensiones en el gobierno republicano: el ministro de Justicia, Joan García Oliver, de la CNT, aceleró que se celebrara el juicio; el presidente Manuel Azaña estaba interesado en aplazarlo y quizá salvar su vida; y el ministro de Defensa, Indalecio Prieto, apostaba por mantenerlo con vida para después canjearlo por un preso republicano".
Prieto creía que en el caso de que José Antonio llegará a la zona franquista, "su sola presencia generaría tensiones internas" entre los golpistas.
Admite Thomàs, investigador Icrea y profesor de la Universidad Rovira i Virgili, que quizá fuera un error táctico de la República fusilar a José Antonio, ya que "mantenerlo vivo habría dado más margen por la vía del canje", pero también se debe tener en cuenta el contexto de la zona republicana de noviembre de 1936, con "una multiplicidad de poderes y el bombardeo franquista de Alicante".
Recuerda Thomàs que el mito de José Antonio ya comenzó a construirse cuando era líder de Falange, y posteriormente se convirtió en "el mito del ausente", pues durante dos años, los falangistas mantuvieron en secreto su muerte, y a partir de 1939, se llega a la exageración de compararlo con la figura de Jesucristo, "ambos muertos a los 33 años y capaces de redimir a los pecadores del mundo".
El autor advierte que al mismo tiempo que enfatizaba "la figura áurica" de José Antonio, "el régimen ocultó su profundo anticonservadurismo, como recoge en su declaración ante el tribunal popular que lo juzgó -parte de las actas fueron censuradas- y censuró las opiniones que había vertido en una entrevista al periodista norteamericano Jay Allen.
"En esa entrevista, José Antonio creía que la guerra civil no debía ser una guerra aniquiladora de las personas de izquierda".
Thomàs no considera su biografía como definitiva, desde la esperanza de que en el futuro pueda aparecer más documentación: "falta consultar archivos privados de personas que mantuvieron una relación con él, como Serrano Suñer, o documentación oficial desaparecida sobre los intentos de salvarlo de la prisión".
El reto es, añade el autor, intentar dar "una visión lo más objetiva posible y lo menos mitificada, y situarlo en su tiempo, pues durante la República no fue tan importante y era líder de un partido fascista que no se podía comparar con los que habían llegado al poder en Alemania e Italia; de hecho, en las elecciones de febrero de 1936 no superó el 0,7 % de los votos".
Preguntado por la suposición de que José Antonio no hubiera sido fusilado, Thomàs supone que "si hubiera llegado en noviembre o diciembre de 1936 al bando franquista, un momento en el que la Falange ya había crecido, resulta difícil imaginar que hubiera aceptado la unificación de Falange que hizo Franco, pero tampoco sería descabellado pensar que seguramente le habrían invitado a abandonar el país, como se hizo con el líder carlista Manuel Fal Conde".
Después de publicar "El gran golpe" y "Franquistas contra franquistas", Thomàs vuelve al tema de uno de sus ensayos, el wolframio, para trazar un ensayo sobre el valor geoestratégico de este mineral que los nazis compraban inicialmente a China y después a españoles y portugueses, una investigación que le llevará a China y a Japón para consultar archivos.