Además de llenar las calles de gente buscando en la basura y de colas para comprar alimentos, la crisis económica que vive Venezuela ha llevado a sus habitantes, según especialistas, a perder un promedio de ocho kilos en 2016, y ha acabado con la demanda de las tallas más grandes en las empresas de uniformes.
Según un estudio del Observatorio Venezolano de la Salud (OVS) y de tres universidades del país, los venezolanos perdieron una media de ocho kilos durante 2016 debido a la escasez de alimentos y a la inflación galopante, factores que provocaron un descenso en el consumo de nutrientes básicos.
"La pérdida de peso no se ha detenido, y anticipamos que este año va a ser mayor", dijo a Efe Pablo Hernández, nutricionista del OVS, que advirtió de cada vez menos gente accede a la carne, el pescado, la leche y a productos de harina de maíz como la arepa, un elemento capital en la dieta venezolana.
Estas carencias en la nutrición se traducen en el aspecto y la complexión física de los venezolanos, y el predominio de personas delgadas en las calles -a menudo vestidas con ropas evidentemente holgadas- lo confirman desde empresas que fabrican uniformes para trabajadores.
"Aquí se usaba a partir de la 28 hasta la 42, 44, pero la 40, 42, 44 ya no las piden mucho. Ahora se pide hasta la 38", contó a Efe la encargada de una gran compañía de uniformes para obreros en Caracas, que empezó a ver en 2016 un descenso en las tallas demandadas.
A esta tendencia apuntan también en el Centro de Atención Nutricional Infantil Antímano (CANIA) que el grupo de empresas de alimentación y cervezas Polar tiene en el oeste de la capital.
"En 2014 atendimos 73 niños con desnutrición grave, y en el 2016 a 180", dijo a Efe la pediatra Mariana Mariño, gerente de salud de CANIA, que atiende cada año a 3.000 niños y a unas 250 madres embarazadas de zonas populares de Caracas.
La mayoría de los niños con desnutrición grave tienen menos de dos años de edad, detalló Mariño, que enumeró algunos de los efectos que sufrirán de por vida.
"Estos niñitos que nosotros estamos viendo con desnutrición aguda o crónica va a generar una población de niños con talla baja, con retardo en el crecimiento, y eso a su vez está asociado a muchas otras cosas como capacidad de trabajo del adulto, la parte psicológica", afirmó.
La carestía y el desabastecimiento golpea asimismo a las madres embarazadas, que dan a luz a bebés con propensión a diabetes, hipertensión, osteoporosis y problemas cardíacos debido a la nutrición deficiente durante la gestación.
La crisis está cambiando los patrones de consumo de los venezolanos, que cada vez comen menos carne y leche y recurren más a tubérculos como la patata, el apio o la yuca para sustituir a estos alimentos proteicos y a fuentes de carbohidratos habituales de más rendimiento como el arroz y la pasta.
A estas circunstancias trata de responder CANIA con recomendaciones para combinar productos para sacar más rendimiento al dinero y alimentar con garantías y más variedad y sabor a más miembros de la familia.
"Por ejemplo, sustituir la carne de origen animal combinando tubérculos, cereales y granos. Mezclar maíz, que es un alimento que se consigue fácilmente, con frijoles (judías), que son los más baratos, y un tubérculo como yuca o patata, y una cucharadita de queso rayado. Es un plato que está bien para el paladar", indicó Mariño.
Leinamar Sarmiento es una de las usuarias de CANIA. Tiene un hijo de 7 años que fue enviado al centro tras detectársele desnutrición en el colegio.
"Brian tiene problemas de crecimiento, está creciendo pero muy lento y ha mejorado bastante", relató Sarmiento sobre el tratamiento que recibe su hijo, que desayuna y come cada día en CANIA y se beneficia además de los talleres sobre nutrición y recetas que allí recibe su madre.
Sarmiento, cuyo marido no tiene empleo, se gana la vida sustituyendo a maestras en dos escuelas, y cobra 3.000 bolívares (menos de 1 dólar a la tasa oficial de referencia) por día de trabajo.
"Un kilo de pollo está a 15.000 bolívares, y la carne (ternera) está aún más cara)", explicó esta madre, que reconoció que estos dos productos son los que le resultan más difíciles de adquirir.
Según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM), una familia venezolana promedio necesitaba casi un millón de bolívares (unos 307 dólares según la tasa oficial de referencia) en julio pasado para satisfacer sus necesidades mínimas de calorías.
El salario medio en el país está cifrado por este organismo en unos 93.000 bolívares, menos de 30 dólares si se aplica la tasa oficial de referencia.