Su aprobación recibió el sí definitivo por parte de la Agencia italiana de Fármacos , que ha evaluado la introducción de este sistema durante casi dos años, aunque ya ha recibido críticas por parte del Vaticano.
Monseñor Giuglio Sgreccia, presidente emérito de la Academia para la Vida, condenó el uso de la RU-486 al calificarla de “veneno letal y no un fármaco”, así como “un pecado y un delito” y señaló que su uso o su prescripción comporta la “excomunión” de la Iglesia.