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Viernes 22/11/2024
 
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CinemaScope

‘El sentido de un final’: las trampas de la memoria

Una película adulta, introspectiva y nostálgica pero nada tramposa, que tan bien retrata otros modelos de familia...

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Quien esto firma, no ha leído la novela homónima de Julian Barnes -ganadora del prestigioso Premio Booker en 2011, fecha de su publicación- que adapta esta producción británica de 108 minutos de metraje, dirigida por Ritesh Batra, cosecha del 79, escrita por Nick Payne, con una delicada fotografía de Christopher Ross y una sensible partitura, que solo suena cuando el momento lo requiere, de Max Richter.

No la ha leído, no. Pero se propone hacerlo. No obstante, se alegra de no haberlo hecho antes de ver la película que nos ocupa, a la que algunas voces críticas han reprochado no ser tan implacable como su material de partida. Además, en cualquier caso, tiene claras las obviedades de las enormes diferencias entre los lenguajes literario y cinematográfico y que el trasvase de uno a otro no tiene por qué ser literal.

La historia, en una sinopsis muy esquemática, sigue a un hombre jubilado, con una ex mujer abogada y una hija en trance de ser madre voluntariamente soltera, que recibe un legado inesperado e incompleto, pues falta un diario crucial, tras la muerte de la progenitora de su amor de juventud… Circunstancia que intenta resolver por todos los medios, incluso nada éticos, ni ortodoxos,  al tiempo que le lleva a recordar, de forma tan elusiva como autocomplaciente, esa época de su biografía.

El realizador nos transmite, de manera sabia y elegante, la complejidad de unas vidas y de unos personajes heridos por la soledad, el tiempo, los amores, los desamores, las mentiras y los errores del pasado. Y más singularmente del protagonista -inmenso Jim Broadbent- un individuo egoísta, egocéntrico y difícil, a quien las mujeres de su entorno -excelentes Charlotte Rampling, Harriet Walter, Michelle Dockery y, en papeles más episódicos, pero no menos claves, Emily Mortimer y Freya Mayor- le devuelven una visión de sí mismo crítica y sin concesiones.

Una película adulta, introspectiva y nostálgica pero nada tramposa, que tan bien retrata otros modelos de familia; otra manera de envejecer, de redimirse y asumir; de cuestionarse y de ser perdonado. De valorar lo que realmente importa y a las personas cruciales. Con el ritmo, la emoción, la puesta en escena y el tempo necesarios.

No deberían dejarla escapar.

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