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Sin Diazepam

Odio y mucho a la gente que es mejor que yo

Publicado: 27/04/2018 ·
13:09
· Actualizado: 02/05/2018 · 14:47
  • Un proyecto de algo pero con pelo.
Autor

Younes Nachett

Younes Nachett es pobre de nacimiento y casi seguro también pobre a la hora de morir. Sin nacionalidad fija y sin firma oficial

Sin Diazepam

Adicto hasta al azafrán, palabrería sin anestesia, supero el 'mono' sin un mísero diazepam, aunque sueño con ansiolíticos

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No se puede luchar contra la genética. Soy hijo de un tangerino y de una rondeña. De mi viejo heredé una magnífica e invasora calva. De la mia mamma, el tamaño de mi pene y un clásico español, la envidia y el recelo por el triunfo de los demás. Y es que si pienso en Carlos Sainz, pienso en tratar de arrancarlo y no en esos triunfos que ni aun viviendo mil años lograría un servidor alcanzar. Pero que le den a sus éxitos, lo importante es que se le caló el coche.

Ahí estaban ellas, babeando, sin prestar atención a mi escaso atractivo y a mi alma desgarrada por las miserias

Pero ya en serio. Odio y mucho a la gente que es mejor que yo. Nunca lo he podido soportar… ponen en evidencia mi querida mediocridad y mi exultante miedo, y apego, al fracaso.

Cuando era apenas un proyecto de ser humano (véase la foto), odiaba acudir al cole después de las Navidades. Esa segunda semana de enero me enseñó a mentir. Primero pensé que sus Majestades de Oriente me tenían manía, luego supe que simplemente era pobre. A mis compañeros esos tres cabrones le traían exactamente lo que se les pedía, mientras que mis cartas y misivas las usaban para limpiarse el culo. No me hacían ni caso. “A mí me han traído el Scalextric”, “y a mí el Spectrum”, “pues a mí el Halcón Milenario”… los miraba, los escuchaba, veía la emoción en sus ojos y la comparaba con la tristeza de los míos, el odio fluía, la envidia me corroía, y comencé a mentir… “yo pedí el Castillo Grayskull y en casa lo tengo”. Y una mierda, pero me sentí integrado y como no celebraba cumpleaños, ni cosas de esas, pues jamás podrían a comprobarlo. Mentir, odiar y envidiar, una gran combinación a la altura de la leche, cacao, avellanas y azúcar.

Crecí, no mucho. Mi cuerpo se desarrolló y llegada la época de la adolescencia, una ‘saliera’ descomunal empapó mi ser. Las hormonas endurecían partes de mi cuerpo que antes no existían. El onanismo desplazó a los juguetes y solo pensaba en amor y sexo. Entonces aparecieron ellos, qué cabrones. Hablo de esos chavales que dedicaron parte de su esfuerzo a aprender a tocar la guitarra. Nunca le di importancia hasta que observé, lleno de rabia, cómo coleccionaban con cada acorde millones de miradas embelesadas. Ahí estaban ellas, babeando, sin prestar atención a mi escaso atractivo y a mi alma desgarrada por las miserias. Aún a día de hoy no soporto ver sacar una guitarra en una reunión. Qué daño me hicieron y ellos, como eran mejores que yo, ni se daban cuenta.

Crecí otro poquito. Dormí en la calle y ahorré para la universidad. Allí en lo primero que me fijé fue en el aparcamiento. Estaba repleto de coches… ¡pero qué leches! ¿Cómo pueden tener coche o motos o ambas cosas que cuestan tan caras? Claro, investigando supe que existían personas con padres con dinero. ¡Increíble! Qué cabrón es el destino. Quién iba a imaginar que era verdad que un chaval de mi edad tuviera un padre neurocirujano ¡Neurocirujano… eso qué es lo que es!. Flipé. Muchos tenían la vida resuelta (cuando muriesen sus progenitores) y aún así se esforzaban por labrarse sus propios futuros. Eran y son, sin duda, mejores que yo. Si yo tuviese garantizada una herencia medianamente en condiciones, me hubiese quedado en el sofá viviendo, cual parásito, de los logros de los que me parieron.

Dejé de crecer y envejecí. Terapia. Entre la universidad y mi actualidad, hubo un grupo de personas que quisieron ser mis amigos. Ya por eso, son mejores que yo. No sé cómo pueden querer a alguien tan despreciable. Yo no lo haría. Resulta que mis amistades son mucho mejores que yo, pero, ¡Tachán!, no las odio, las quiero. Edu, Rafa, El Bola, El Pola, Óscar, Fer, José el uruguayo, mi Tifus, el Malia, Juan Antonio, Paquito,Gema, el Agustín, el Cojo, la Juani, Mariché, Nieves, Desi, Aragón, Trajano, el primo Francisco, Chabolito y un corto etcétera, son mejores que yo pero aprendí a no odiarlos, sino a pegarme a ellos para parecer mejor. Casi lo logro porque incluso logré engañar a mi ‘fati’, que es muchísimo mejor que yo.

PD: Mención especial merece John Dickie… el hombre más perfecto que he conocido. Joder, un tipo increíble que es mejor que yo en todo, vamos... para odiarlo siempre.

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