Ganador de un César del cine francés y del premio al mejor actor de los Premios del Cine Europeo en 2000 por Harry, un amigo que os quiere, Sergi López estrena esta semana Mapa de los sonidos de Tokio, una película en la que “todo el mundo está solo y está solo porque no está enamorado”, explica en una entrevista con Efe.
En Mapa de los sonidos de Tokio, Sergi López da vida a un español que tiene un negocio de vinos en la capital nipona. Es viudo y no deja de pensar en su mujer, pero en su vida se cruza Ryu (Rinko Kikuchi), una empleada de la lonja de pescado que de vez en cuando se dedica a asesinar por encargo y su nuevo encargo es David.
Para Sergi López, “Rinko ha sido el descubrimiento más grande, mucho más que Japón”. “Nos teníamos que entender en inglés –comenta– y ella todavía lo habla peor que yo, por eso nos hemos entendido con los ojos y los gestos”.
Rinko Kikuchi, candidata al Oscar en 2007 por Babel, se ha convertido, gracias a Mapa de los sonidos de Tokio, en una pionera entre las actrices japonesas en desnudarse ante las cámaras y a rodar escenas de sexo.
“Las escenas de sexo siempre son complicadas, pero con Rinko no, porque siempre te mira de verdad. Nunca te juzga y eso es una ayuda enorme”, asegura Sergi López, a quien el papel de David le llegó directamente de las manos de Coixet.
“Tengo ganas de trabajar contigo, me dijo, y me dio el guión sin explicarme que el personaje de David lo había escrito para mí. Luego cuando lo leí, me di cuenta de que tenía mucho que ver conmigo”, asegura el actor, que prepara el regreso a los escenarios en el Teatro Nacional de Cataluña con Non solum, un monólogo en catalán dirigido por Jorge Picó que estrenará en noviembre en Avilés en castellano.
A Sergi López, que debutó a principios de los años 90 de la mano del cineasta francés Manuel Poirier y con él conseguiría uno de sus mayores éxitos gracias a La curva de la felicidad, el hecho de haber rodado en inglés y japonés le ha obligado a regresar a sus inicios.
“Como tengo mucho morro –afirma– el idioma nunca es un problema. El inglés me va saliendo, pero con el japonés he vuelto a mis orígenes en Francia, cuando comencé a rodar allí y me aprendía los textos fonéticamente sin saber lo que decía. Pero esto que puede parecer complicado, es bueno para los actores, porque te obliga a actuar”.
Este catalán de 43 años tiene pendiente por estrenar en España Ricky, la nueva de François Ozon, con la que pasó por la Berlinale. “Es una película de ficción, pero cargada de hiperrealidad, como es Ozon. Es extraña, rara, pero a mí es el cine que me gusta hacer”, concluye.