"Españoles: Franco ha muerto”. Con estas palabras, entrecortadas por la emoción y las lágrimas, el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, se dirigía al país a través de la Televisión Española, la única cadena televisiva que existía, a las 10 en punto de la mañana del día 20 de noviembre de 1975. Se comenta que sobre las 5.25 expiraba el dictador, aunque fue a las 6 cuando el doctor Vicente Pozuelo, el que día a día iba firmando los partes médicos, extendía su firma sobre el documento que certificaba la defunción de quien había dirigido España durante 36 años, epilogando la guerra entre hermanos que tanto dolor y sufrimiento, tantas muertes y tantos cuerpos desaparecidos que aún no se saben donde yacen, había dejado. La guerra fratricida trajo consigo una dictadura y ahora, cuarenta y tres años después, quiero adivinar que aquellas lágrimas de Arias Navarro podían ser por el sentimiento que le causaba el adiós del hombre que, llevado por las circunstancias del momento tras el asesinato de Carrero Blanco, le puso al frente del Gobierno pero también porque sabía que estaba viviendo las últimas horas de una forma de vivir y de gobernar y que una nueva era se abría para España y todos los españoles. La sucesión estaba marcada en el Rey Juan Carlos, a pesar de que algunos intentaron que así no fuese finalmente, y tres años más tarde se firmaba esa Constitución que nos arropa a todos desde entonces y que otorgaba libertades, nos hizo a todos iguales ante el mundo y ante la justicia y que fue el embrión de lo que hoy, con sus pros y sus contras, es esta España. La partitura está perfectamente hecha, como diría el historiador Juan Pablo Fusi, pero ahora hace falta que los que la interpretan lo sepan hacer bien porque, a veces, parece que no lo hacen por aquello de mirar más hacia los intereses personales que hacia los generales. De cualquiera de las formas, de todas maneras, corruptos y malnacidos aparte, lo que sí es cierto es que el 20 de noviembre de 1975 marcó un antes y un después, aunque aún queden heridas abiertas que no terminan de cicatrizar, porque lo importante es que seguimos avanzando en libertad.
Jerez
Memoria histórica
Aquellas lágrimas de Arias Navarro podían ser fruto del sentimiento por la muerte del dictador pero también por saber que llegaba una nueva era
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