El pregonero de la Navidad de este año en Arcos, como ya se esperaba dada su condición de periodista, cinéfilo y persona con gran inteligencia y no menos sensibilidad, encandiló al público presente en el teatro Olivares Veas. Abraham Ceballos, presentado por su amigo y compañero de la hermandad de las Tres Caídas Miguel Ángel Roldán, comenzó redescubriendo la figura del escritor Charles Dickens para, en cierto modo, reinventar el espíritu navideño: “Charles Dickens tenía el encargo de escribir un panfleto contra el maltrato laboral infantil, cuando posó la pluma sobre el papel por primera vez, pero poco a poco, fue impregnando su relato de la nostalgia de las antiguas celebraciones navideñas victorianas, justo en un momento en el que las fiestas se habían vuelto oscuras y nada solidarias como consecuencia de la reforma protestante y un exacerbado puritanismo. Y Dickens estaba ahí, no sé si cuando más lo necesitábamos, o si para reinventar el espíritu navideño como defienden algunos, pero sí empujado por un arranque de rabia jubiloso frente a descreídos y conciencias dormidas a las que hizo ver que estas fiestas serían siempre el momento de la hospitalidad y la tolerancia...”.
Hermosas palabras hacia el misterio de la Natividad “forjado hace más de dos mil años en torno al portal de un establo en Belén, desde el que emanan, y hacia el que confluyen, punto de encuentro, en un eterno camino de ida y vuelta, tantas y poderosas razones por las que seguir creyendo en la Navidad, ya sea a partir de un relato fantasmagórico y visionario; de un poema con sabor a pueblo, a río, a sueño; de una leyenda o romance antiguo…”.
Abraham Ceballos dejó algunos versos y los sentimientos propios hacia una celebración que no se entiende sin la presencia de la familia. Si bien empezó con ‘La canción de Navidad’ de Dickens, fue introduciendo elementos propios de la Navidad arcense alimentados por sus recuerdos infantiles: “En casa recuerdo, desde pequeño, un árbol de navidad decorado con bolas de colores y raras de espumillón brillantes, pero no teníamos nacimiento. Sí lo tenía mi primo Rubén, que vivía en la planta baja de la casa familiar en la que crecimos juntos en el Barrio. Su madre, Mercedes, solía montarlo sobre el poyete de una ventana que daba a la cueva del patio trasero, de donde aprovechaba el verdín que había brotado en las zonas más húmedas para decorar el suelo que rodeaba el portal. También mi tía Mari, en su casa de la Cuesta del Pilar, aprovechaba el hueco central del mueble del salón paramontar el nacimiento, con su papel de cielo de estrellas de fondo, su serrín y las figuras en dirección al pesebre; y allí iba a verlo con mi hermana algunas tardes acompañando a mi abuela Patro”.
Sorpresiva fue la proyección de un video que aportó una visión internacional de la Navidad, con imágenes de películas inolvidables que evocan el espírutu navideño como ‘¡Qué bello es vivir!’. Como diría el pregonero, “La Navidad no deja de ser una declaración de amor, desde el portal de belén hace más de dos mil años hasta el de una casa en Notting Hill en nuestros días” para referirse a la magnífica película que nos ofrece una pequeña historia que transcurre en Navidad… Para finalizar, citó de nuevo a Chesterton porque “definitivamente, la Navidad puede llegar a ser todas esas cosas, pero, sobre todo, es ‘mejor que algo para todos, es algo para cada uno de nosotros, para cada uno de ustedes. Feliz Navidad a todos, y ¡bendita sea!”.