Llegó en un momento complicado. Álvaro Cervera aterrizó en la tacita de plata para dirigir a un Cádiz CF con la obligación de subir a Segunda División tras seis años en el desierto de Segunda B.
La situación no era la más favorable, un equipo sin ideas, una afición que se veía un año más en la categoría de bronce del fútbol español, y con una deuda que aumentaba temporada tras temporada.
Sin embargo, el 18 de abril del año 2016 todo cambió. Con su llegada, el Cádiz CF está viviendo uno de sus mejores momentos en la historia reciente, compitiendo año tras año por poder subir a Primera División y con las cuentas casi saneadas en su totalidad.
El día de su presentación decía que “me han contratado para llevar al equipo lo más alto que pueda”.
Llevó al equipo a Segunda División tras acabar la liga regular en cuarta posición y superar al Racing de Ferrol, Racing de Santander y al Hércules, recibiendo tan solo un gol en los partidos disputados en la liguilla de ascenso.
Al año siguiente, metió al equipo en playoffs de ascenso a Primera División tras finalizar en quinta posición la liga regular con 64 puntos, aunque los amarillos caerían en la primera ronda ante el CD Tenerife.
La temporada pasada, el submarino amarillo estuvo peleando por volver al playoffs de ascenso, pero caía en la última jornada en Granada, y tras una segunda vuelta muy irregular, se perdía el sueño del ascenso. Aún así, en el recuerdo del cadismo quedará el triunfo en el Benito Villamarín endosando una “manita” al Real Betis (3-5) y eliminando a un equipo de primera en la Copa del Rey.
En la presente liga, los de Cervera están peleando por entrar en playoffs por tercer año consecutivo. En tres años, el técnico ha logrado que el Cádiz CF sea envidiado por muchos, capaz de lograr que un futbolista como Álex Fernández diga de él que “ha sido el técnico que más me ha influenciado en mi carrera”.
Ha dirigido al submarino amarillo en 141 partidos entre liga, copa y playoffs de ascenso, logrando 59 victorias, 45 empates y 37 derrotas.
Cervera cumple tres años en el banquillo gaditano, tres años de alegrías para una afición que se había acostumbrado al fracaso.