Los portuenses nos merecemos una, dos e infinitas explicaciones de todo cuanto ocurre en el lamentable aparcamiento de la vergüenza en el que se ha convertido Pozos Dulces.
Un agujero con mayúsculas que aniquila cualquier intento de querer comprender en qué se ha convertido el otrora proyecto de inversión y una apuesta por un turismo de dudosa definición.
Cuatro años después no hay señales ni credibilidad posible en una terminación que sigue sin verse y ante lo más preocupante ante la tónica que sigue cualquier obra-remodelación en la que la mano del Ayuntamiento está de por medio. Angelita Alta, campo de El Juncal, Ayuntamiento de Peral, Centro de Protección Animal, Casa de las Cadenas... ¿sigo? un sin fin de despropósitos que desacreditan cualquier gestión posible. Ni admisible, ni serio, ni tiene cualquier justificación, no solo ya la demora, sino el oscurantismo con el que se ha gestado toda la obra en sí.
El alcalde saliente, el socialista David de la Encina, anunció que el 14 de mayo los vehículos ya pasarían por encima de la plataforma. Nadie de los que lo quisieron escuchar dieron crédito a sus palabras.
El pacto soterrado para no dañar el periodo (el suyo) electoral hizo el resto. La película de después era más que previsible lo que iba a ocurrir. Una lentitud en las obras acabando plazos para su total paralización. ¿Y qué ocurre ahora? Dirán que estamos aún en proceso de relevo, de consejos de administración, de Mesas de Seguimiento... de mil y una estratagema para que el problema siga siendo nuestro y la solución sin ofrecer.
El verano es aún peor que el anterior y como avanzamos, ni la Plaza de Toros tiene asegurado una vez acabe sus reformas acoger espectáculos. Seguimos disparandonos en el pie y sorprendiéndonos de cómo nuestros paisanos del entorno lo hacen. Todo es muy sencillo. Trabajan y bien.