Es frecuente ver un enorme roble dominando las plazas centrales de ciudades y villas francesas. En un impetuoso discurso Víctor Hugo proclamaba durante la plantación de uno en la Plaza de los Vosgues que no hay símbolo más hermoso y verdadero de libertad que un árbol. Y así se convirtió en tradición que cada vez que el pueblo ganaba una libertad se plantasen árboles para la permanencia de la razón del logro alcanzado.
Entre tanto he buscado sin éxito alguna planta que simbolice el ‘vivo como me da la gana’ como definición de libertad. Posiblemente porque en todas las culturas esa expresión era y es más propia de la inmadurez o de la engañifaMuchas flores han compartido tan honesta simbólica, desde las raras rosas azules hasta las amarillas fulgurantes, desde las enigmáticas aves del paraíso hasta algunos tulipanes. Detrás de cada una de ellas hay un significado vinculado al reconocimiento de la carta de ciudadanía al dejar de ser súbditos, o a la liberación después de una confrontación bélica o al fin de esclavismos inhumanos. Hoy la moringa, por cuanto provee, se erige en símbolo de la manera de revelarse contra los bloqueos que oprimen a algunos estados, anhelo de libertad.
Allá por los setenta aprendí de Richard Bach que la libertad se alcanza cuando desaparecen del pensamiento el miedo, la ira y el aburrimiento. La libertad era por entonces un valor supremo, que destacaba junto a sus componentes de justicia social, solidaridad e igualdad. Hoy es un valor que se deprecia en el mundo occidental. El gigante asiático está empeñado en hacernos ver que lo importante es la seguridad que proveen los autocráticos gobiernos paternalistas, en el que la democracia deja de ser la valedora de las libertades en su estricto sentido. Razón de peso para que algún poderoso sueñe erigirse en Gran hermano de la humanidad. Por desgastada y manoseada que hoy parezca la libertad no deja de ser el valor supremo del que dependemos, en sus raíces profundas como las del árbol que tocan el corazón de la Tierra y en sus extendidas ramas que buscan el cielo y cubren con sus sombras a todas las generaciones.
Entre tanto he buscado sin éxito alguna planta que simbolice el ‘vivo como me da la gana’ como definición de libertad. Posiblemente porque en todas las culturas esa expresión era y es más propia de la inmadurez o de la engañifa, a lo cual no se presta ningún árbol ni ninguna flor.