El Papa Ratzinger, que se confesó “indignado y traicionado”, condenó ayer “los crímenes odiosos” de los que al menos 400 niños irlandeses fueron víctimas de los abusos sexuales cometidos por 46 sacerdotes de la archidiócesis de Dublín, según desveló el informe elaborado por la Comisión Murphy, presentado el pasado 26 de noviembre.
Para analizar lo ocurrido, Benedicto XVI convocó ayer en el Vaticano al cardenal Sean Brady, presidente de la Conferencia Episcopal Irlandesa y arzobispo de Armagh, y al arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin.
También asistieron el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone; el ministro de Exteriores, Dominique Mamberti; el número tres del Vaticano, Fernando Filoni; y los cardenales Claudio Hummes (congregación para el Clero), Giovanni Battista Re (Obispos), William Levada (Doctrina de la Fe) y Franc Rode (Vida Consagrada), dicasterios competentes en el caso.
Tras una hora y media de reunión, el Vaticano hizo público un comunicado, “amplio, fuerte y exhaustivo”, en el que se vio la mano del Papa, según precisó el portavoz, Federico Lombardi, que precisó que el Pontífice usó “palabras fortísimas”.
El Papa Ratzinger, como ya hizo durante los casos de pederastia en EEUU y Australia, reiteró la llamada “tolerancia cero” contra estos “crímenes odiosos”, como les calificó ayer.
Lombardi dijo que Benedicto XVI “ha tomado la cuestión muy en serio y ha reiterado que quiere afrontar los problemas en todos sus aspectos”.
El Papa ha anunciado que enviará una carta a los fieles católicos irlandeses en la que les indicará “claramente” las iniciativas que se adoptarán para responder a la situación.
El comunicado añade que “tras un atento estudio del informe (Murphy), el Papa está profundamente asolado y angustiado por su contenido”.