María Rodríguez (Jerez,1979) siempre ha tenido mucho que decir y ahora lo hace en ‘Cómo ser Mala’, un libro de memorias que, insiste, no es una autobiografía al uso, porque la línea temporal brilla por su ausencia. En él, con mucho humor, repasa el camino que la llevó del barrio sevillano en el que se crió a ser un referente del rap en español.
Ganadora de dos premios Grammy Latino, a la mejor canción urbana por ‘No pidas perdón’, del álbum ‘Dirty Bailarina’ (2010); y al mejor álbum urbano por ‘Bruja’ (2013), la reina del rap en español -sigue siendo la única mujer que ha recibido este galardón- decidió tras aquel premio alejarse de la industria: aún no había llegado el ‘boom’ de la música urbana y aquel reconocimiento no tuvo la repercusión que habría tenido ahora.
En 2015, Barack Obama incluyó ‘Tengo un trato’, el primer éxito de Mala Rodríguez, en una de sus listas de reproducción de verano y aquella señal la llevó a vivir un tiempo en Estados Unidos, concretamente a San Diego, donde se dedicó a la compra-venta de vehículos; a su vuelta, algo había cambiado.
“De repente sueno en las radios. Parece irreal, porque son muchos años de carrera ya, pero es una novedad para mí. Siempre me ha provocado mucha frustración no ser entendida. Me he sentido sola y triste porque mi música no conectaba con la mayoría de la gente”, confiesa Mala Rodríguez, tras el éxito de ‘Gitanas’ y ‘Contigo’ en 2018.
La revolución que supuso La Mala Rodríguez en el rap español tiene que ver con sus orígenes andaluces y el mestizaje musical. “Sevilla es muy musical, y lo negro, lo gitano, lo moro, lo judío y lo cristiano están presentes. Lo tenemos todo ahí, bordado en nuestra piel. La música es una vecina más, es parte de nuestro ser”, decía en aquella época.
En plena celebración del vigésimo aniversario del lanzamiento de su aclamado álbum debut ‘Lujo Ibérico’ (2000) con una gira en acústico, la artista lanza en su libro un mensaje a quienes la critican por no hacer la música que esperan de ella.
“Hago música para compartirla. Tengo muchos exfans de la primera parte de mi carrera que lo que desean es que me pudra en un basurero. Pero no, no va a ocurrir. Mis canciones ya las han escuchado, han hecho un cambio, han servido para algo, y si mi música ya te ha gustado, ahora no puedes borrarlo. No me puedes deschupar la polla”.
Las críticas a Mala Rodríguez, pionera en un mundo dominado por hombres, por hacer la música que quiere están ahí desde el principio de su carrera.
“Los chicos de Sevilla me dicen que las canciones son feas. Y a mí me importa poco, porque lo que de verdad me importa es que me molen a mí. Dicen que esto no es rap ni es flamenco ni es nada, que la culpa es mía por haberme ido a Madrid y dejar Sevilla. La "peña" lleva muy mal no poder etiquetar algo”, recuerda la cantante sobre la época de ‘Lujo Ibérico’, un disco que “no va de hacer canciones de rap, sino de hacer canciones”.
Tras el lanzamiento de su primer álbum, que fue disco de oro, Mala Rodríguez trabajó en el guardarropa de un bar -cuenta que no valía para camarera, por antipática-, y fue en aquel trabajo en el que recibió la llamada que la lanzó a componer su segundo álbum, ‘Alevosía’ (2003): su primer disco iba a editarse en Estados Unidos.
“Me imagino el disco, mi portada, por primera vez con el ‘Parental Advisory’. Qué guapo. Ahora ya soy rapera”, escribe, aunque ella el éxito internacional se lo agradece a la piratería, sin la cual habría sido imposible que su música se escuchara en toda América Latina, llegar allí y que todo el público cantara sus canciones.
Referente para toda una generación de mujeres de la música que ahora arrasan en las radios, Mala Rodríguez obtuvo en España el reconocimiento que tanto ansiaba y pensaba que nunca iba a llegar, en 2019, cuando recibió el Premio Nacional de las Músicas Actuales, por haber sido pionera en estilos y géneros, un reconocimiento a toda su carrera.
“Nunca me había sentido querida en España y esa llamada es la reparación”, reconoce en sus memorias Mala Rodríguez.
“Si lloro al recibir esa llamada es porque la recibo como quien escucha un perdón. Un “lo sentimos, te valoramos”. Igual estoy loca, pero percibo por fin que los intelectuales y los artistas de este país tienen en cuenta mi labor”, indica en el libro.
“FEMINISMO CINÉTICO”.
En mayo de 2020 publicó "Mala", su último disco, después de meses lanzando sencillos. “Con este nuevo disco aprovecho para entender quién soy. Quién es Mala y quién es María. A día de hoy la gente todavía no quiere llamarme Mala. ¿Por qué no? Me dicen: “Mala no serás”. Hombre, pues un poco sí. “¿Por qué Mala?” (…) Mala porque me apetece, lo prefiero, lo escojo, porque lo elijo yo. Me bautizo con este nombre”, asevera en sus memorias.
Lo de Mala se lo puso de niña una de sus tías, una de las muchas mujeres que siempre la han rodeado. "Mi círculo es mayoritariamente femenino, mi zona de tranquilidad y confianza la habitan mujeres: mis vecinas, amigas, primas y gente querida", cuenta Mala Rodríguez, que dice que el suyo es un “feminismo cinético”, del que se demuestra andando, y que explica que su independencia viene de su madre, que le enseñó pronto que no tenía que depender de nadie.
“Cuesta trabajo entender que yo quiera ser la que explote mi propio cuerpo. Jennifer López nos ha enseñado mucho en esta vida. No he visto una tía más calculadora: sólo hace cosas que le den dinero. Yo la veo una survivor”, afirma en sus páginas.
Una superviviente como la propia Mala Rodríguez, que cuenta las dificultades de ser madre y artista, y criar a sus dos primeros hijos sola después de una relación que con el tiempo reconoció como una “dictadura” y tras la que se liberó a su manera: actuando en sus conciertos en bragas y sujetador. “Mi destape es la respuesta a tantos años de coerción”.
“Me considero una superviviente, una guerrera que ha plantado cara a muchos problemas, y por eso he aprendido también a cuidarme”, cuenta en sus memorias Mala Rodríguez, en las que habla de su padre ausente, un fantasma que marcó parte de su adolescencia, en la que acabaría encontrando su sitio y su forma de expresión en el rap, como también lo encontró en el graffiti, pintando trenes.
La María rebelde se funde con la Mala activista, un “traje” que ella decide cuándo ponerse, como hizo con el lanzamiento de ‘Gitanas’.
“Después de toda una carrera en la que no he sido expresamente feminista ni gitana activista, me apetece hacer un tema para vestirme de largo y ponerme, ahora que yo quiero, el traje que durante tanto tiempo han querido imponerse desde fuera”, asevera en su obra.