La Feria de Abril de Sevilla recupera su calendario tradicional con el alumbrado el lunes a medianoche y su epílogo el domingo con los fuegos artificiales. Los sevillanos lo han preferido así por escaso margen de votos frente a un recinto ferial de sábado a sábado. Ya les digo que me da un poco igual que el resultado fuese uno u otro. No tengo elementos de juicio objetivos para decir qué modelo fue, es o será mejor, pero de lo que estoy seguro es del daño que este referéndum ha hecho a la imagen de la ciudad de Sevilla en el resto de España y también al sentir ciudadano en la propia capital hispalense.
Exceptuando la arista positiva que verán los que hayan elegido volver al pasado y, por tanto, se sientan satisfechos con su victoria, sólo observo aspectos negativos en esta consulta popular. Lo peor es que la marca Sevilla ha resultado dañada en el exterior al ser esta ciudad noticia porque sus vecinos han votado para decidir sobre su modelo de feria. Luego nos quejaremos cuando el tópico injusto y pacato nos asocie a los andaluces a la indolencia y al hedonismo, pero es que en más ocasiones de las debidas es lo único que vendemos. Con la de problemas que tiene Sevilla (barrios más pobres de España, falta de infraestructuras, problemas de movilidad, escasez de industrias, la carestía de la vivienda, la turistificación, la suciedad, etc…) sobre lo que convocan a los sevillanos a reflexionar es si la feria debe durar 7 u 8 días y que días deben ser.
Y en intramuros hay cabreo en muchos sectores de la población sevillana. En los miles de vecinos que no han podido votar porque la página web fallaba más que una escopeta de feria; en los chavales de 16 y 17 años a los que no se les ha permitido votar obviando que sí se lo permite la Ley de Participación Ciudadana, y en los que no han conseguido mantener el actual calendario porque piensan que la votación no ha sido limpia por los dos aspectos anteriores y porque una consulta de esta dimensión no puede efectuarse sin el sistema de firma electrónica para evitar, como han denunciado algunos colectivos como Facua, un modelo de votación que ha permitido suplantar identidades.
Y, por último, una consulta que Sevilla no merecía al polarizar a la sociedad sevillana porque muchos entienden la consulta entre una feria clasista o una feria aún mucho más clasista. Incluso ha enfrentado a esa minoría que se considera guardiana de las esencias sevillanas que ha dirimido una batalla entre sí, con el alcalde Sanz en el medio como si fuera un saco de boxeo.
