El tiempo en: Mijas
Viernes 15/11/2024
 
Publicidad Ai
Publicidad Ai

Alcalá la Real

Daniel Molina lleva a Honduras la Caravana Payasa contra el maltrato

Esta campaña, en colaboración con la ONG Acoes, ha llevado la magia y el humor a cientos de niños de la ciudad de Tegucigalpa

Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai
  • Daniel Molina, en Tegucigalpa, con la Caravana Payasa.

El pasado mes de marzo, Planeta Flojete Clown, nombre artístico del alcalaíno de adopción Daniel Molina, puso rumbo hacia la ciudad de Tegucigalpa, capital de Honduras, un país y una capital cuyos índices de criminalidad e impunidad de violaciones de derechos humanos siguen siendo altísimos, al igual que su tasa de homicidios, a pesar de la reducción de estos delitos en los últimos años. “La razón de nuestra visita con la Caravana payasa contra el maltrato infantil: Honduras 2018 tiene un nombre propio: Zaki Magoa, un mago bilbaíno que después de recorrer varios países latinoamericanos, lleva casi 3 años en Tegucigalpa con su proyecto educativo Escuela de Magia, luchando a base de trucos y humor contra la lacra del maltrato infantil en Honduras”, explica Daniel Molina.

“Nuestro campamento base durante los 10 días que ha durado nuestra Caravana Payasa, ha sido en la colonia (o barrio) de Monterrey, en la residencia de estudiantes  San Fermín (denominada Populorum) que la ONG Acoes tiene instalada y que desde el primer momento, nos recibieron con los brazos abiertos. Monterrey se encuentra controlada por la Mara 18. Las maras son un fenómeno social ciertamente complejo, debido al grave problema socioeconómico y a la sobrepoblación que vive el país hondureño. Se trata de pandillas de jóvenes que, a través de una extrema violencia, se hacen con el control absoluto de la colonia”.

“Los colegios o centros escolares que hemos visitado estos días: Santa Teresa, Virgen de Suyapa, Santa Clara, se encuentran en las montañas que rodean la capital hondureña, colonias que han ido creciendo a las faldas de dichas montañas, repletas de chabolas de madera y chapa. En estas zonas, donde ni siquiera llega el agua corriente, con caminos sin asfaltar y con  una tremenda suciedad, comenzamos nuestra aventura. A Flojete le toca madrugar, con lo que le gusta. Son las cinco de la mañana. Zaki y Flojete cargan el camión de Acoes con la carpa, equipo de sonido, y el atrezzo que necesitamos para nuestro show. Todavía es de noche en la ciudad de Tegucigalpa. Desde la parte trasera del camión, con todo bien amarrado con cuerdas comenzamos nuestro particular rallye.


Los hondureños conducen como si estuviésemos participando en La Subida a la Mota, con prisas y sin dejar de tocar el claxon; apenas hay semáforos y la sensación es la de estar montado en aquella atracción de feria, en la que el dueño del invento intenta tirarte al suelo, o el propio Sapito Loco”.

“La contaminación es bestial –continúa contándonos Daniel- ya que los carros (automóviles) que circulan por la ciudad, suelen ser ya muy antiguos. Nos llama la atención ver aquellos autobuses de color amarillo, típicos de EEUU de los años setenta y ochenta (que el país norteamericano suele vender a los países latinos cuando es ya imposible pasar la correspondiente ITV) que vemos en pelis como Forrest Gump, o la famosa serie animada de los Simpsons, con Otto al volante. La razón de madrugar tanto es porque el camión que nos lleva hasta el centro escolar recorre la ciudad para recoger a los maestros y maestras de los colegios que se encuentran en las montañas de Tegucigalpa. Y ahí vamos, más de 20 personas atrás del camión, a una velocidad descomunal. Flojete ya no sabe dónde agarrarse, le faltan manos. Mientras que el resto de acompañantes van tan tranquilos, con móvil en mano. Porque así es, por aquí también vive el ciudadano amarrado a un móvil. El conductor mete primera, y comenzamos la subida a la colonia. Camino de piedras y tierra: el monóxido de carbono del camión será nuestro inseparable acompañante durante toda la expedición. Los niños y niñas suben colina arriba, en dirección al colegio. A ambos lados del carril, chabolas de chapa y madera. Muchas pulperías, que son tiendas de los propios vecinos, donde venden refrescos (en ésta zona se beben muchísimos refrescos de cola, tanto es así que las botellas son de tres litros) y agua embotellada. El olor a pollo frito todavía lo tengo en la mismísima pituitaria. Comen pollo frito a todas horas. Refrescos y pollo frito, esencia gringa. Desde las colinas, miramos hacia el valle, donde se encuentra la ciudad y llama la atención la publicidad de las multinacionales de comida rápida de pizzas y hamburguesas: capitalismo norteamericano”.

“Son las ocho de la mañana, y ya tenemos la carpa y el atrezzo payaso en el patio del colegio. El sol comienza a apretar, y tenemos que hacer uso de crema protectora, para no quemar la piel. Comienzan a llegar los nenes al patio, para entrar a la escuela. Y las primeras sonrisas, y primeras miradas de sorpresa. Nos encontramos en zonas, donde los menores viven una cruda realidad: mucha violencia. Familias desestructuradas, niños que no conocen a su padre. La falta de cariño de los menores es tan alarmante, que ahora uno entiende esos abrazos que recibía el payaso, por parte de los pequeños.

El público es muy agradecido, porque jamás habían visto a un payaso. El clown es como un niño: un ser imperfecto, que es todo encanto y verdad; vive de las emociones, ama la improvisación porque engrandece su creatividad. Desde los más pequeños hasta adolescentes, casi mil personas abarrotan las gradas del patio en las dos funciones matutinas. Con más de treinta grados, en mitad del patio, sin sombra…pero el esfuerzo merece la pena. Son cerca de cuatro mil niños y niñas los que han disfrutado de las aventuras de Flojete. Ocho funciones, dos por día. Un payaso que llega desde España, de un pueblo andaluz (Alcalá la Real). Con su violín, su maleta de mago…entre ambas actuaciones, tenemos la oportunidad de comer un plato de arroz con verduras (el menú diario en los colegios) junto con los nenes. Bueno, intentamos comer, porque apenas te dejan. Quieren tocarte, que les dejes tu sombrero, la nariz, que les expliques aquel truco de la galleta, de las cartas, del pañuelo…te abrazan”.

“A media tarde, cerca de las seis, el camión nos espera para volver a cargar los bártulos. Y junto con maestros y maestras, volvemos al populorum San Fermín, recorriendo la ciudad, dejando atrás las colonias. Los niños nos siguen camino abajo, detrás del camión, saludando con las manos, y con la sonrisa de oreja a oreja. La sonrisa hondureña: si tenemos que quedarnos con algo, algún detalle de dicha expedición solidaria, es sin duda, la hermosa sonrisa de Honduras. Una sonrisa blanca rodeada de una piel tostada, que refleja la alegría y el asombro de ver algo distinto a sus vidas cotidianas: la pobreza, la violencia y la falta de cariño. Dar las gracias a Zaki, por su corazón tan grande, por su labor hacia este pueblo y sus gentes, a través de su Escuela de Magia; a la ONG Acoes, por su hospitalidad y compromiso con que sigue luchando gracias al apoyo que recibe desde España. Y sobre todo, dar las gracias a toda persona que aportó su granito de arena para que Planeta Flojete Clown, pudiese cumplir con su objetivo: la Caravana Payasa contra el Maltrato Infantil, Honduras 2018. Y a los menores hondureños que a pesar del malvivir en las montañas que rodean la capital hondureña, en esas colonias chabolistas rodeadas de miseria y pobreza, y que sin embargo nos dieron tanto amor y simpatía…simplemente, mil gracias y hasta pronto, cipotes (expresión popular hondureña para referirse a los nenes y chavales)”.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN