Catalán de nacimiento, pero originario de la Sierra Sur jiennense por parte materna, Fran Toro (Badalona, 1977) vive uno de sus mejores momentos en su incipiente carrera literaria, con la reciente consecución del Premio Nacional de Novela Ateneo Mercantil de Valencia, precisamente con una obra, “Olivos de cal”, ambientada en nuestra tierra. Fran, que compagina su pasión literaria con su labor profesional como profesor de Historia en un instituto de enseñanza secundaria, lleva, por tanto en su bagaje tanto la herencia de sus ancestros, como la identidad de la tierra que le ha visto nacer. Aprovechamos para conversar con él sobre la actual situación en Cataluña. Toro nos ofrece su perspectiva tanto desde su experiencia como docente, como desde su visión de simple ciudadano que ha vivido, desde dentro, los acontecimientos ocurridos en Cataluña en los últimos años.
La impresión que tenemos desde fuera, sobre todo desde la última década, es la de un progresivo alejamiento entre Cataluña y España, ¿se percibe también así desde ahí? Los resultados electorales están ahí. Las causas de ese alejamiento emocional de muchos catalanes respecto al resto de España son complejos, pero yo destacaría la enorme obra de ingeniería social que ha puesto en marcha el nacionalismo catalán durante las últimas décadas, y con especial intensidad en los últimos años. El nacionalismo -los nacionalismos porque aquí no se puede hacer distinción- es tóxico y, aunque en el resto de Europa ya lo saben, en España parece que no nos queremos dar cuenta. El nacionalismo catalán, con todos los recursos que le da el poder, nos ha hecho creer que solo hay una manera de ser (un buen) catalán. En Cataluña ha muerto la lucha de clases. Lo identitario lo resume todo, lo decide todo, lo polariza todo. Desgraciadamente, mucha gente le ha dado la espalda a su propias raíces y ha comprado ese argumentario. La tribu es tentadora. Desarrollas tu labor profesional en un sector sensible, como es la enseñanza.
¿Piensas que existe adoctrinamiento hacia el nacionalismo catalán en el sistema educativo? ¿Se producen casos de mala praxis? Es obvio y público. ¿Diría que en los centros escolares catalanes se adoctrina? No. Esa afirmación me parece excesiva y exagerada. Mi experiencia diaria, lo que yo veo y vivo en un instituto público es impecable al respecto. Un alumno castellanoparlante, ¿es tratado de forma igualitaria por el sistema educativo? No. Aunque la inmersión lingüística asegura que todos los estudiantes aprendan el catalán, y esa es la parte positiva, existe un precio para el castellanohablante. Ya hay estudios que demuestran que el fracaso escolar se da en mayor porcentaje entre los alumnos castellanohablantes. Es lógico. La inmersión lingüística hace que éstos partan en desventaja. Muchos padres castellanohablantes se dirigen a sus hijos en catalán para que ese impacto sea menor. No les censuro porque les reconozco la mejor de las intenciones, pero creo que la escuela no refleja la diversidad lingüística de la sociedad catalana. Pagando no hay tantos problemas para encontrar centros escolares trilingües.
¿Crees que existe verdadera libertad de pensamiento en Cataluña hoy en día o estás mejor visto según qué ideas defiendas? En Cataluña existe la autocensura. De hecho, estoy calculando cada una de las respuestas de esta entrevista. Tiene que ver con la ingeniería social a la que me refería anteriormente. Es más fácil colgar una bandera estelada que una española, repetir los mantras de procesisme que cuestionarlos, opinar a favor de la corriente que en contra.
¿Sentiste, en 2017, que la independencia, podía llegar a ser una realidad? En el mejor de los casos 2017 será un mal recuerdo. Los nacionalistas retorcieron la realidad para ajustarla a sus deseos, forzaron las leyes a pesar de las advertencias, fantasearon con apoyos internacionales irreales y construyeron un relato en el que la mitad de catalanes éramos prescindibles. Aun así, más que por la independencia fake yo temí –y temo- por los efectos tan desastrosos que el procés ha provocado a nivel social y emocional.
En tu entorno, ¿ha mejorado o empeorado la opinión hacia el resto de España en los dos últimos años? Por un lado, la gente que ha abrazado el independentismo se ha radicalizado. Sus argumentos son cada vez más viscerales y sentimentales, menos basados en datos objetivos y racionales. Por otro lado, muchos no independentistas se han atrevido a hablar, a manifestarse, a decir que ellos también existen aunque los hayan intentado invisibilizar.
¿Cuál crees que es la solución al problema catalán? Primero, que el nacionalismo más sensato sea valiente y se sacuda de encima a los agentes más nocivos y que acepten que, por muy legítimos que consideren que son sus objetivos máximos, la consecución de éstos no puede pasar por la anulación de la mitad de sus conciudadanos. Segundo, que los distintos gobiernos centrales sean conscientes de que hemos llegado hasta aquí por su incompetencia: no han creado un relato que hiciese frente al Espanya ens roba , y uno tras otro han asegurado su supervivencia en la Moncloa a cambio de ceder terreno, no a los catalanes, sino a los nacionalistas catalanes. Tercero, todos tenemos que hacer un gran ejercicio de empatía.
¿Crees posible la independencia de Cataluña a corto/medio plazo? No, aunque el daño ya está hecho. Quiero pensar que todo volverá a su cauce. Solo orillando a los más radicales se restituirá la empatía, la concordia y la fraternidad entre toda la gente de bien que, a día de hoy, nos miramos con recelo.