Es triste tener que recordar a tres periodistas como Pedro Vallín, Antonio Maestre y Daniel Bernabé que, en una guerra, los generales firman la paz y los soldados lidian con su conciencia tras cumplir con su deber, pero a un relator de la ONU o reportero se le juzgaría por los muertos que dejó por el camino. Cada uno a su estilo, han tomado parte en una fusión llena de fricciones con el objetivo inicial de vaciar de militancia y cuadros a Podemos y, una vez fracasada esta iniciativa, impedir que haya primarias.
Los primeros muertos que están dejando por el camino no son gente de Podemos, sino los puntales en los que se basa un profesional libre: el prestigio. Enric Juliana, sin motivo personal para defender el espacio de izquierdas, tiene su prestigio periodístico intacto: no miente, no tergiversa y saca las conclusiones después de haber pensado sobre los hechos, al contrario que los tres que titulan esta columna, que piensan cómo manejar los hechos para que encajen en la conclusión que quieren dar a sus razonamientos. Cada uno a su estilo. Vallín provoca de modo sarcástico con cierta pátina de cultura pop para ser atacado luego en redes sociales y poder retratar los ataques sufridos por usuarios random como la ética y estética de Podemos. Maestre hace lo mismo de modo más frontal y brutal, aunque, mientras Pedro Vallín se mueve en una bruma donde no suele tocar mucho la realidad, Antonio Maestre no sufre empacho aparente por falsearla. Ambos bloquean a demanda, por lo que se van viendo cada vez más presos de su propia burbuja de feedbacks que los lleva a un engaño brutal y un exilio forzoso en Waco.
Bernabé no es tan pródigo en redes sociales y mantiene una apariencia más profesional y centrada en su trabajo literario y periodístico, pero examinadas sus piezas (obsérvese el talento para no llamarlas ni columnas ni artículos de investigación, por si acaso), observamos que, con una apabullante frecuencia, están llenas de suposiciones sobre la intención de los actores políticos, y todas las suposiciones siempre apuntan a un mismo culpable. Los tres se amparan en el uso de fuentes confidenciales, que a saber. Ninguno de los tres acepta el guante de contrastar lo que le han revelado las supuestas fuentes; Eduardo Inda ganó un juicio sobre una mentira amparándose en que se lo habían contado, y podía ser verdad. En este nivel nos estamos moviendo.
En su última pieza, Bernabé reflota el conflicto relativo a la candidatura de Por Andalucía como si hubiese un público necesitado de conocer aquello para entender el presente, pero defendiendo a quien defiende yo le aseguro que no le conviene ir por ese camino: debe tener en cuenta que, si miente en decir que Podemos no mandó a nadie a la oficina de registro electoral la noche de marras, no cabe más que sospechar del resto del texto. Si insinúa que el objetivo de Podemos era dinamitar la coalición, ¿cómo encaja que no fuéramos solos a las elecciones? Deja otros interesantes muertos por el camino en su intento de matar a Podemos, que sale intacto: cuando dice que la aspiración del Frente Amplio de Yolanda Díaz era unir lo que se fragmentó en Vistalegre II, cosa que solo atañe a Podemos, no solo alimenta la tesis de que Sumar es la cuña del PSOE en Podemos, la segunda parte del plan fáctico de apoyo a Más País, sino que desprecia el papel de IU y otras formaciones en el proyecto de la ministra. Y ni cae en la cuenta de que, si lo tomamos en serio, afirma que IU ofreció un modelo de primarias que ahora rechaza Más País, algo que no provoca inquietud alguna en Podemos más que saber quién pagará lo que unas primarias valen. Porque somos más. A pesar de vuestro objetivo de vaciarnos y matarnos, matáis otras cosas, seguimos siendo más y seguimos estando vivos.