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El Loco de la salina

A Paco Melero

Sin que tú lo supieras, yo estaba metido hasta en el flexo que alumbraba tu locura nocturna

Publicado: 23/04/2023 ·
21:08
· Actualizado: 23/04/2023 · 21:08
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Hola, Paco. No es por nada, pero tú no estás bien del coco. Es más, no puedo comprender que yo esté aquí dentro del manicomio y tú estés ahí fuera tan tranquilo. Sin que tú lo sepas, sigo tus pasos cada día y llevo anclado a tu sombra tantos años como tú. Lo último es que has escrito unos libros, los has presentado en el histórico Castillo de San Romualdo y encima te has puesto a hablar de cultura en La Isla. Tú tienes un plomillazo. ¿No te das cuenta de que, quitando a unos cuantos, la cosa no interesa para nada a la inmensa mayoría? La gente no está por la labor; unos están por ahí con los móviles, otros con la agonía de llegar a fin de mes, otros llevando a gala no haber leído nada, otros presumiendo de cordura… No les hables de cultura y menos de latín, que es de lo que has hablado, que lo sé. Sé que te has tirado muchos días y bastantes noches para escribir esos cinco libritos que titulas Te doy la palabra y que tu trabajo tiene la finalidad de ayudar a los más desfavorecidos. Sin que tú lo supieras, yo estaba metido hasta en el flexo que alumbraba tu locura nocturna. Te veía y no te puedes imaginar lo que me entraba por este cuerpo harto de pastillas, porque tú puedes poner todo tu empeño en dar palabras, pero, si el personal no las quiere recibir, estás perdiendo el tiempo.

Y sin embargo, para mi asombro, la sala del Castillo se llenó de tanta gente, que muchos se tuvieron que quedar de pie todo el rato. Seguro que están un poco tocados y por eso mismo los bendigo. Contaste que naciste en ese Castillo, y que también tu hermano el Liqui nació allí; ya lo sabía. Hasta yo, que solo soy tu sombra, me emocioné al recordarlo y no me sequé las lágrimas para que nadie me descubriera sobre la blancura del pañuelo. Hablaste de la evolución de muchas palabras desde el latín hasta la actualidad. Menos mal que todos estuvieron siguiendo tu charla con increíble interés, pero a mucha gente de la calle le hablas tú de la palabra, que ella misma parió siglo tras siglo, y te toma por loco, que es lo que eres en el fondo. Además, muchos tienen la osadía de decir que el latín, siendo su lengua madre, es una lengua muerta. Lo dicen con cierto desprecio, cosa que no comprendo, porque estoy seguro de que no hablarían así de sus madres muertas. Y muchos de ellos ¿no están muertos en vida?

Mira, me dio alegría ver a tu lado a Pedro Payán y escuchar sus sabias palabras. Un gran hombre, al que Cádiz le debe un trozo de su lengua y parte del paladar.

Pero te voy a dar un consejo; tómalo, si quieres: vente conmigo al manicomio y olvida la cordura. Ahí fuera solo escucharás promesas y mentiras. Las palabras han pasado a significar lo que no quieren decir; se han quedado huecas, interesadas y sin sentido.

Vas a estar en manos de analfabetos que mandan y a los que les cuesta la misma vida el simple hecho de leer. Vente aquí, porque lo más que te puede pasar es que te digan loco, pero haz como yo, que prefiero estar tocado del cerebro a estar hundido en un mundo que me es ajeno.
Bueno, Paco, aquí te espero. No tardes, no vaya a ser cosa que esa cordura tuya avance sin remedio y te vuelva como tú nunca quisiste ser.

De tu inseparable loco.    
    

    


 

 

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