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Viernes 15/11/2024
 
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La ?Naranja Mecánica?, primera finalista

El tren con destino final en Johannesburgo paró ayer en Ciudad del Cabo para Uruguay y se llevó a Holanda con una victoria (2-3) que le dará el 11 de julio la oportunidad de volver a luchar por un inédito título mundial o repetir los segundos lugares de Alemania?74 y Argentina?78.

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  • Robben saluda a la afición holandesa tras la victoria de su equipo por 3-2 anoche en semifinales ante Uruguay. -
El tren con destino final en Johannesburgo paró ayer en Ciudad del Cabo para Uruguay y se llevó a Holanda con una victoria (2-3) que le dará el 11 de julio la oportunidad de volver a luchar por un inédito título mundial o repetir los segundos lugares de Alemania’74 y Argentina’78.

Dos goles en apenas tres minutos anotados por Wesley Sneijder y Arjen Robben, a los 70 y 73, cambiaron la historia de un partido que se mostraba muy equilibrado entre las dos selecciones que llegaron a las semifinales como auténticas sorpresas.

La ventaja se hizo inalcanzable y tornó estéril el postrero tanto del lateral derecho Maximiliano Pereira (m.92), que dio más emoción a un remate de partido seguido por más de 62.000 espectadores en el que los holandeses terminaron contra las cuerdas a pesar de haber desperdiciado varias oportunidades tras la puntilla de Robben.

El primer tiempo premió al fútbol con dos soberbios goles a unos 35 metros de las porterías anotados por los capitanes zurdos.

El primero, del capitán holandés Giovanni Van Bronckhorst, con un zapatazo desde la banda izquierda que se filtró en la escuadra ídem de Fernando Muslera, a los 18 minutos. Y el otro de Diego Forlán que clavó en el centro de la portería a los 41, luego de recibir desde el punto central de la cancha un pase de Mauricio Victorino.

Estos dos golazos demostraron que el remate a distancia ayudado por la trayectoria irregular del jabulani sería el ábrete Sésamo para un partido de mucha paciencia y cuidado.

El entrenador Óscar Washington Tabárez había reconocido la víspera que comparados con las otras tres selecciones finalistas, los suyos tenían menos cualidades en el dominio del balón.

Holanda pareció tomarse su tiempo para encontrar el camino, movió sus fichas sin presión con la premisa de que Robin Van Persie se ocuparía de entretener a Diego Godín y Mauricio Victorino.

El nerviosismo traicionó por momentos a los uruguayos, especialmente a los hombres que entraron a suplir bajas: Cáceres y Egidio Arévalo.

Pero la dinámica de los oranje no impactó, Sneijder pasó perdido en la primera etapa, Robben y Kuyt terminaron cargando el piano mientras Van Persie por momentos estorbaba, como un mueble viejo.

El entrenador Berd Van Marjwik mostró al salir del vestuario para el segundo tiempo que tenía más dudas y preocupaciones que Tabárez: sacó a De Zeeuw y puso al madridista Rafael Van Der Vaart
Holanda tardó en carburar y a medida que pasaban los minutos los uruguayos más cómodos se sentían en la cancha del Green Point.

Cavani se tornó una seria preocupación para John Heitinga y Khalid Boulahrouz, mientras que del otro lado Joris Mathijsen y Van Bronckhorst tenían que apretar los dientes cada vez que Forlán volvía a la carga.

Otra vez Stekelenburg en el suelo para conjurar un remate franco del astro del Atlético de Madrid a los 67 minutos, y de nuevo Muslera con sus manos flojas para contener un remate y la suerte divina que impidió a Robben anidar en su red el rebote.

Uruguay parecía tenerlo todo controlado. Y Holanda no maduraba en su juego. Corrían 70 minutos, Ciudad del Cabo parecía volver a ver triunfantes el paso de los holandeses, como cuando se instalaron hace 358 años, el 6 de abril de 1652. Y lo confirmaron tres minutos después, cuando Kuyt ganó espacio en el carril izquierdo y levantó un centro con precisión que Robben conectó en un salto que dejó sin opciones a Godin.

El balón explota en el vertical derecho de Muslera y establece el 3-1 imponente, decisivo para abrir nuevas historias para el fútbol de ambos países y los continentes que representan.

Forlán se fue de la cancha cuando se habían desvanecido las ilusiones de Uruguay de volver a una final mundialista, como la que ganaron a Brasil en Río de Janeiro, hace 60 años. Y Sudamérica cedía a los europeos la posibilidad de ganar por primera vez la Copa del Mundo fuera de ese Viejo Mundo, y de tomar ventaja en el número global del títulos, que hasta Alemania 2006 establecía nueve para cada región.

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