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Desde la Bahía

Los Magos de Oriente

Ya está el niño entre sus padres reposando en una modesta cuna fabricada con cañas de trigo

Publicado: 17/12/2023 ·
20:03
· Actualizado: 17/12/2023 · 20:03
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La imaginación y la ilusión nunca la veréis caminar por suelos embarrados. Desilusión y falta de imaginación son las veletas indicadoras de los vientos que dentro de algunos pueblos silban por sus esquinas y plazas. Hombre y mujer mueren, las ideas permanecen, los recuerdos se eternizan. Por eso llegan hasta nuestros días tradiciones a las que los siglos y los seres humanos no han sido capaces de pasarle el borrador -aunque lo han intentado- porque su tiza está hecha con la ilusión y la imaginación más sublimes.

Hasta cuándo, hasta qué edad somos niños. Cumplidos los catorce años quedamos fuera de la vigilancia pediátrica, indicando que ya, al menos sanitariamente somos adultos. Sin embargo, el viejo almendro de la vida siempre ha dado nuevas flores por cada abril que ha conocido. Los rincones tienen su encanto amoroso y nuestro rincón infantil, no iba a ser menos.

Un día veinticinco del último mes del año, una mujer joven dejó que el fruto de su vientre comenzara a ver la luz del mundo. Las extraordinarias y divinas condiciones en que tuvo lugar han conformado un dogma, el de la Encarnación, que ningún hombre o mujer, creyente o no, tienen capacidad para modificar o querer abolir su verdad. Con la claridad propia de las voces angelicales se pudo oír: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra para los hombres y mujeres de buena voluntad.

Ya está el niño entre sus padres reposando en una modesta cuna fabricada con cañas de trigo. El pesebre en que se encuentra, que envidiaba a los salones regios de los palacios, es ahora el centro del misterio, de la vida, de la muerte, de la esperanza y de la gloria.

Unos magos, gente poseedora de riqueza, que venían de Oriente guiados por una estrella, llegaron a Jerusalén preguntando dónde estaba el Rey de los Judíos, porque venían a adorarle. Fueron tres: Melchor, Gaspar y Baltasar, y el Papa León I estableció que estos magos fueran llamados reyes. Hubo un cuarto rey mago Artaban de Chipre, pero llegó tarde por haber tenido que auxiliar a un joven mal herido al que habían robado. Lo importante no es el número, sino el establecimiento del día de los Reyes Magos del que hay constancia desde el siglo IV. La Epifanía o manifestación de Jesús ante los pueblos que no sabían nada de Él, quedó finalmente fijada como efeméride el día seis de enero. Los Reyes Magos ofrecieron sus regalos a Jesús: Oro, incienso y mirra.

El día de Reyes, la ilusión e imaginación de los niños brota como el chorro de agua que da vida a la fuente. Es nuestra tradición más alegre para la infancia. La inocencia, bendita flor en el huerto de la vida humana, no debe ser cercenada. Hacerlo, es un delito sin código penal, pero con conciencia retorcida como los tallos del lúpulo.

Que los niños crean “en el duende” -el toque más sublime del arte- de unos Reyes Magos que van a introducirse en sus hogares y contando (algo que se está perdiendo por la inseguridad reinante) el número de zapatos expuestos en sus ventanas, puertas o balcones den comienzo al sueño que el alba hace real, debe mantenerse, como hace nuestro satélite lunar con la luz solar, indefinidamente. La inocencia no ensombrece la inteligencia, ni la conducta humana, es más bien la pila voltaica que mantiene su luz. Es una fiesta singular. Pluralizarla con tradiciones de otros dispensadores de obsequios, parece en principio exaltar aún más las fiestas navideñas, pero es a veces motivo de confusión entre inteligencias que aún no han alcanzado la madurez y es más razonable, inclinarse por una sola creencia, la nuestra de toda la vida, aunque Papa Noel es muy querido por la infancia.

A los demás, adultos y ancianos -esta es la palabra que con más cariño representa a los mayores- les queda -como ocurre con el amor, que deja huella en el alma aunque se acabe- una esquina donde la actividad neuronal se reúne para que fluya un pensamiento que recuerde la brisa agradable de la niñez.
El abuelo piensa en un regalo que llegue más allá del pijama o la bufanda y que no se atreve a exponer porque el concepto de Alzheimer se maneja con mucha facilidad en el hogar. El adulto espera que la corbata y el perfume sean sustituidos por la caña de pescar, la raqueta del pádel o algún juguete que no llegó a tener en sus años jóvenes. La mujer se resiste a ser mayor, para alegría de la belleza y las mejores dadivas que prefiere, siempre están en relación con la exaltación de esta cualidad.

La fiesta de Reyes debe ser una fiesta de descanso para la razón y dar salida a una ilusión e imaginación, que al recordarnos que tiene su origen en la adoración del Niño/Dios, no precisa de crítica, deducciones o demostraciones, sino solamente de amor entre las familias, amigos y compañeros, donde los regalos sirven de medio para mantener una mutua alegría. Los detractores, sin embargo, hablan de comercio y negocio.  Los escépticos niegan su origen real, pero la unanimidad en los encandilados rostros de los niños y también de padres y abuelos, el día de la cabalgata, no dejan en calles y plazas hueco a la cizaña ante tanto trigo ilusionante.

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