Siempre me han encantado los belenes. En primer lugar por el creador de tan llamativo cuadro escénico de una naturaleza tan diversa, tan cercana a la realidad de aquel lugar. Es lo que pretendía el creador de esta tradición que ya tiene más de ocho siglos, Francisco de Asís, primer ecologista de la historia y fundador de unos Objetivos para el Desarrollo Sostenible adaptados a su época, y en los que como hoy el primero de esos objetivos era la lucha contra la pobreza. Pero, además, los belenes suelen estar cargados de gran cantidad de valores simbólicos.
Entro en el Taller de Ita, donde ella trabaja en estas fechas con elementos propios de la Navidad. En esta ocasión me sorprende con los retoques a un pequeño grupo escultórico rememorando aquella huida a Egipto de la familia de Jesús, en la que a lomos de una mula María lleva al niño mientras José tira de la acémila. Me quedo admirando la pequeña obra a la vez que rememoro la causa de aquella huida. La memoria me retrotrae a aquel único libro que teníamos en la escuela, cuyos dibujos eran solo de trazos de tinta negra. En la parte dedicada a la historia sagrada había una viñeta que recreaba la leyenda en donde unos soldados de Israel colgaban de los pies a recién nacidos para darles muerte. La excusa era que Herodes, proclamado Rey de los judíos, no quería tener la competencia de un niño que, según le confesaron unos magos al ver una estrella, sería el verdadero y único rey. Aquel dibujo, como otros muchos de aquella ‘Enciclopedia Álvarez de primer grado’ se colgaron a través de la retina infantil en el Museo de la memoria, ese desde el que sacamos tantas respuestas a lo largo de nuestras vidas, comprendiendo como la historia se repite a veces, huyendo de la compasión o del orden moral.
Esa Huida a Egipto de Ita ocupará un lugar privilegiado en mi particular Belén. Será un homenaje contra la barbarie que se está produciendo en el otro extremo del Mediterráneo. Acaso la humanidad no aprenderá nunca que la violencia genera más violencia, que la venganza es un vicio insaciable que sólo genera más odio y que la crueldad es un síntoma de inmadurez propia de los cretinos. Pero lo que menos entiendo de mi especie es que quienes más han sufrido los peores genocidios, ahora acudan a macabras y planificadas estrategias de exterminio ¡Basta ya! Será el lema que cuelgue del castillo de Herodes en mi portal.