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Querida taberna

“Era una época salvaje, a jierro. Ahora por na, una tirita”

La basca, los marchosos, rockeros, los de la fiesta sin fin, los que aporrean instrumentos, los que extraen de ellos magia, los pinchadiscos...

Publicado: 01/02/2024 ·
10:02
· Actualizado: 12/02/2024 · 13:26
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  • Taberna Azahar, en San Julián. Obra de Sheila Criado. -
Autor

Andi Koetxea

He publicado los libros “Huelva choquera y tabernera” (2021) y “Sevilla, la ilustre taberna” (2023), "Huelva choquera y tabernera II volumen" (2024) y "El Rompido 77. Los niños salvajes" (2024). Los bares y las tascas son la excusa perfecta para sumergirme en la antropología de la vida cotidiana

Querida taberna

Cerca del mostrador de bares y tabernas pasan cosas, y algunas muy curiosas. Este blog atrapa al vuelo esos sucedidos para que caigan en buenas manos

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La basca, los marchosos, rockeros, los de la fiesta sin fin, los que aporrean instrumentos, los que extraen de ellos magia, los pinchadiscos... Los amantes de la noche ahora aman todo lo que pueden. Y adoran las tascas y todo lo que esos lugares significan. Me parece imprescindible incluir en este blog, imaginarios que conectan con el de la tiza en la oreja, con la conversación de parroquia, con la conexión entre los barrios y sus costumbres y los mostradores curtidos.

Aquí va la primera parte de un relato que llega con acordes desaforados y que refleja unas formas (y unas profundidades) que se van transmitiendo de generación en generación, de tugurio en tugurio.

“ERA UNA ÉPOCA SALVAJE, A JIERRO. AHORA POR NA, UNA TIRITA” (1)

Por Amor de Dios, cuántas sorpresas te encuentras en las palabras rescatadas de noches eternas y de nieblas y luces de neón.

Entro en Sevilla Records (1) buscando el disco “Barra libre” de Silvio y… ¡Barra Libre! El Silvio que nos visitó en la disco de verano La Cabaña (URVEROSA, Urbanización Vegas de El Rompido S.A.). En la costa choquera, frente a La Otra Banda. El Silvio que no llegó, con vida útil para la historia de la música, a la hora del show. Subió al escenario y agarrarse firmemente a un vaso de tubo no fue suficiente para mantenerse enhiesto. Se cayó, le sacaron. El concierto siguió sin él. Si el disco es del 84 aquello fue, muy posiblemente, en ese verano, con mis quince añitos recién estrenados. Yo flipé porque aquello fue entre dantesco y extraordinario. La frase, con aires de barcarola rockera, de la ragazza del elevatore es la prima aureola de la mia resaca, se me viene a la cabeza. Las casualidades casi nunca lo son. O, como diría La Bombi, ¿por qué serááá?

No tiene el disco, me dice Luis, pero aprovecho (a menudo lo hago) para tirarle de la lengua con la razón poderosa de que no puedo parar de recoger testimonios impagables. Literalmente: me los entrega con generosidad.

GARITOS QUE HICIERON HISTORIA

Luis empieza a disparar. “La gente donde se solía parar mucho, te hablo del ochenta y sinco, cosa así, era en La Pila´l´Pato. La misma pila, todo el mundo ahí sentaíto, con sus litros, sus combinaos, la música, el loro y popopopoá. De ahí a la calle Águila, que ahora es un supermercao de San Eloy, que antes era un bar que era La Jarra. Eso es mítico. El bar La Jarra era mítico. Ahí venga más y más y más y cuando ya… pa reventá. Ya estábamos los toros ya pa salí, El Tren, que estaba a na, a menos de sinco minutos, en la calle Luchana, en la esquina de donde está la iglesia de San Isidoro. En esa esquina, un bar pequeñito. El Tren. El bar de mi amigo Juan. Y eso era mortal. Lo que pasa es que yo tampoco… era chinorri y tenía que irme pronto. Pero allí se veían unos cuadros…”. Y, a veces, hasta alguna fogata buena pero buena. “Las redás, claro… es que son calles estrechas y te venía un zeta de aquí y otro de allí y todo el mundo… ¡los carneses! No había por dónde escapar. Y yo me acuerdo una vez una fogata que hicieron los cabrones en la misma puerta de la iglesia y (risas) casi sale ardiendo, tío. Unas llamas, tío. De momento no veas la que se lio allí”.

“Esos tiempos era lo habitual. Lo habitual es que pasaran cosas”. Se vuelve a reír, ahora con una risa que rasca, entrecortada. “Eso era lo normal. Hoy sale en los periódicos cualquier cosita, así menor, que ha pasao… eso era… todos los fines de semana había rockandroll”. Y ahí se parte Luis. En la cabeza le están pasando, seguro, a toda velocidad, las imágenes de lo que cuenta y de lo que calla.

Pasamos al capítulo Bourbon. Palabras mayores. “No había por donde escapar, porque eso era la calle Franco, que es peatonal, y luego entrabas en una calle, también peatonal, hacia dentro, y al final en un sótano. Entonces de ahí no se libraba nadie, tío. Ese bar también fue súper macarra y guapo. Además, era cuando se ponía en los bares la música fuerte. No como ahora. Es que se ha acabao con la cultura esa ¿no? De que tú iba a un bar… hoy tienes que escuchar la conversasión de turno. Pero ahí la música estaba en tos laos a toa ostia. Lo cual era un plus. Se divertía uno mucho más”.

“Estaba también El Amor de la Calle… de ese el que te puede hablar mucho es el Goyo. El que está en la tienda de Latimore, un poquito más pa´lante. Porque él pinchaba allí. Entonces allí cada dos por tres apagaban la luz y ¡shiii!, to er mundo en shilenshio. La policía… y aparentar que estaba el bar ya cerrao, ave. No veas, tío. Este te puede contar veinte mil batallas. Y, además, eso, ni aforo ni ostias. Allí como sardinas”. Otra carcajada de Luis adorna el anecdotario. Se lo está pasando teta con la recuperación arqueológica. “Y la gente fumando dentro… es que era una locura. El Goyito te puede contar joyas. Porque, claro, él era una rata desde pequeño. Él siempre estaba en la calle, el hijoputa, en tos los bujíos”.

MITOS Y LEYENDAS

Entramos en un terreno preñado de nostalgia. “Juan (Luis Azagra Pérez), paralelamente a la tienda de discos, abrió el Bourbon. Y luego venía aquí, vamos. Silvio (Fernández Melgarejo) iba muchas veces a verlo, a despertarlo. Más de una moña han cogido. Los huevos y la época también, que era tan salvaje... Ahora por na una tirita y esa época era a jierro”.

Aparece, en esta caracterización de la noche de los ochenta, Pepe Benavides. “El Pepe es gracioso. Porque siempre estaba ahí en la cabina del Fun… parecía el Clint Isvu. Parecía que te iba a matar, o te iba a tirar un puñal. Con una cara de malo. Ahora está… parece que se ha tragao al Papa. Ahora está más simpático”. Otra vez la risa estalla en el rostro de Luis.

Entra en acción El Culebra… “no, eso no, eso no, eso no se cuenta”. Más risas. “Aquí estamos tos ya redimíos”. Estaría bueno. Quién no tiene algún cadáver en el armario. Y no es necesario airearlos, que luego huelen y para qué. “Luego era un tío… yo me acuerdo de la época y siempre era buena gente. Ahora si tú, claro… él tenía prontos. Pero que no era un tío que, para mí, fuera conflictivo. Era un tío que te saludaba, que estaba ahí bien, siempre. Ahora, que no le tocaran los güevos, eso sí”.

De repente, Luis exclama “¡vete a ver ar Goyo, tío! Ese sí que te puede contá, eh. Además, en tos los grupos que ha estao. Ha estao en dossientos grupos. Batería en un montón de grupos. Fue pipa (2) de Silvio también. Ese tiene más vidas que… Carracuca”.

Silvio.

Con Silvio me cuenta Luis la penúltima (siempre la penúltima, salvo en el bar de “El puente de los suicidas” (3)). “Una vez el Goyo lo intentó bajar del escenario y el otro, con el micrófono, ¡¡que te bardo!!Las cosas que te pasan. Tenía unatajá tan monumental, que ni los reconocía a los pipas. ¡¡Que te quites, que te bardo!!”. Risas contundentes. El Silvio, cómo era. “El Silvio ha hecho cada trastá… Muchas veces, cuando tenía que subir arriba, estaba ya que no… se había jartao de comé, bebé… no quería cantá. Y había cobrao la mitad por adelantado”.

Ahí me acuerdo de una que escuché por ahí, a saber dónde. Cuando Silvio “triunfó” en una feria del Condado de Huelva. Con el adelanto del dinero por la actuación invitó a los coches de choque a todos los críos que se fue encontrando, y que acudían a él como abejas a la miel. Tenía a todo el mundo enamoradito de su generosidad. Distinto fue cuando ante los del grupo tuvo que reconocer el desaguisado, entre diablura y chiquillada. “Qué hijoputa, no es…”, dice, con una sonrisa, Luis. “Como esa, dossientas”, concluye.

El Silvio que se cae en URVEROSA, el Silvio buena gente, el Silvio que no conoce, el Silvio inigualable. El Silvio mito. El Silvio demonio. El Silvio dios. La Rockero Silvio. Cuántos Silvios y todos excepcionales.

 

  1. Juan Luis Azagra Pérez, padre de Juano, cambió los estudios de Medicina por los Sex Pistols y montó junto a Pepe Benavides, propietario del ya extinto Fun Club, una tienda de discos en la calle San Eloy llamada El Siglo de Plástico. “Mi padre fue pionero en la venta de discos de segunda mano”, introduce Juano, que heredó el negocio en 2010 tras el fallecimiento de Juan. La melomanía unió y llevó a estos amigos por caminos paralelos. Pepe fundó en 1987, junto a otros colegas, el que sería templo y refugio para generaciones de músicos en esa vieja Alameda de Hércules de la que apenas queda rastro.

https://www.lavozdelsur.es/cultura/record-sevilla-porque-musica-se-merece_256507_102.html

 

  1. Los roadiespipas o plomos son los técnicos y personal de apoyo que viajan con un grupo musical durante sus giras, y que se encargan de todos los aspectos de sus conciertos (Wikipedia).

 

  1. “Si bien, desde un inicio se recuerda que se trata de una obra de ficción, el bar Esperanza fue un lugar real, en un barrio madrileño donde durante un tiempo sus habitantes fueron testigos del horror provocado por la cantidad de gentes que elegían el Puente de Segovia para poner fin a sus tormentos. Un bar, regentado por Fernando, un hombre llegado del norte con su hija Inés, que le ayuda al salir del instituto con las tareas. La joven Inés, está dejando de ser una niña y como adolescente se ve empujada a indagar por los secretos que su padre esconde y le van enmustiando, lo que provoca que la joven se preocupe y tema que él pueda cometer alguna locura. Es en el bar, donde a diario se dan cita personas de distintas creencias y edades; en ocasiones es el lugar que algunas eligen como espacio compartido donde dejar el último rastro antes de decir adiós a la vida y siempre termina por ser el punto de mira al que acude la prensa o quienes investigan el último salto”. Comentario de Gabriel Aura Borrajo sobre el libro “El puente de los suicidas” (editorial Círculo de tiza, 2023), de A. J. Ussía.

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