Les diré que quería a Inglaterra en la final de este domingo porque tras vencer a Italia, Alemania y Francia solo quedan estos chicos malos de las islas para completar una competición que, nadie lo esperaba, está resultado mágica. Me fascina cómo suena ese gol cuando es gol en las calles de cualquier ciudad porque el fútbol es lo único que nos pone a todos de acuerdo, sin fisuras, es igual la tendencia política, religiosa o sexual que se tenga en el momento que un chico de 16 como Yamal la pone en la escuadra y hasta los de VOX saltan como posesos olvidando su origen inmigrante y marroquí y el hecho que le encumbra más es celebrarlo con ese 304 que refleja el distrito de su humilde barrio de origen. Qué grande es el fútbol. Y qué irónico el destino al darle ese punto extra precisamente a la zurda del joven Lamine, reflejo palpable de que todo es posible si crees en ello, si te esfuerzas. La selección entera, pero este joven en concreto nos une en una causa común y España, unida, no tiene límites; ganaremos el domingo o no, pero eso importa menos que esta sensación idílica y pasajera de sentirnos todos juntos en algo. El lunes ya estaremos de nuevo a la gresca, que es el otro deporte nacional.
Gresca como la del Parlamento entre el consejero de Turismo, Arturo Bernal, y la portavoz del grupo socialista Ángeles Férriz, que tiene la habilidad de tocar allí donde más molesto resulta y a Bernal se ve que simpática no le cae. Tras espetar lo de les “importa un pito” a los socialistas el decreto para el uso eficiente del agua en el sector turístico, que era el asunto que estaba tratando, Férriz se arremangó hasta sacar de sus casillas a un consejero que alcanzó su estado de máxima agitación con un “te aguanto todos los días y das mucha vergüenza”. Ahí lo llevas. Tan cierto es que al consejero se le fue de las manos, hasta a Jesús Aguirre, presidente del Parlamento, con su “debe ser el ataque de hipoglucemia de las tres de la tarde”, como que lo de Férriz es molestar y cuando se pone molesta hasta a los suyos. Habrá que ver, dicho lo cual, como actúa Juanma Moreno, que tiene prevista su remodelación de gobierno para la segunda quincena de este mes y, precisamente, uno de los nombres que se dice y comenta en la terna de posibles cambios es el del consejero de Turismo, a quien le costó nombrar por diversas cuestiones -su cercanía con Bendodo, una de ellas- y a quien le costaría cesar o cambiar de zona tras el encontronazo con la bancada socialista.
Gresca en los juzgados, por ejemplo, ante la demanda que la ha interpuesto el secretario general y presidente de la Diputación de Jaén Paco Reyes a la alcaldesa de Jerez y presidenta de la FEMP García Pelayo porque ella le acusó de comprar ayuntamientos con dinero público porque, dijo, había “salido en la prensa”, y él la demanda por vulneración a su honor y por transmitir una información “absolutamente falsa” y quiere que ella lea la sentencia en la primera sesión del Consejo Territorial de la FEMP cuando sea firme, de serlo en el sentido que persigue. Se dan dos perfiles complejos; Pelayo, poco propensa a rectificar aún en aquellos asuntos que sabe, porque tonta no es, que no lleva la razón, y Reyes, que es de la vieja escuela del socialismo jiennese y acumula trienios y sabiduría en el colmillo, pese a su carita de niño bueno. De hecho, para sobrevivir al socialismo en Jaén durante décadas hay que estar bien dotado de capacidades múltiples.
De gresca en el PSOE de Cádiz, aunque esta no es una situación anómala sino su estado habitual. Está tan arraigada la bronca que hay como un estatuto interno no escrito pero entendido y aceptado por todos para cuando toca y, ahora, toca. Cualquier cosa vale para librar una escaramuza antes de la pelea final y esta vez ha servido el nombramiento de la jerezana Susana Romero como jefa de gabinete de Subdelegación, a lo que se oponía desde Blanca Flores por no conocerla hasta todos los demás, sobre todo Román, alcalde de Chiclana, que incluso llamó al delegado del Gobierno en Andalucía para impedir el nombramiento. Pero si a Ruiz Boix ya le hicieron el sonoro feo de no nombrar a su candidata a subdelegada del Gobierno, Cristina Saucedo, han permitido que al menos ponga a la jefa de gabinete, todo al tiempo de que fuentes del propio PSOE va lanzando por ahí y a los diferentes medios el hecho de que el sustituto en Jerez, Gabriel Fábregat, fue suspendido de militancia en juventudes socialistas porque tenía cierta propensión a darle a me gusta a asuntos de Moreno Bonilla y, claro, eso en el PSOE no gusta. También hay que ser un genio del ingenio o tener un dedo sin control o idealizar una vida política que no es ideal para darle me gusta al líder del partido de enfrente. Que esto es España y aquí se viene a matar al de enfrente siempre, aunque tenga razón.
El póquer es, salvando el mus y dicho lo dicho, el juego de cartas por excelencia, tiene de todo. Hay que dominar los gestos corporales para no desvelar si tu juego es bueno, no excederte echando valor con una pareja de sietes, dominar la euforia cuando te entran tres ases y apostar con cautela para que los otros entren sin miedo y, sobre todo, medir bien cuando vas de farol. Es lo más arriesgado, también el sabor más dulce lo da una victoria sobre un farol porque triunfa el poder del engaño y, qué duda cabe, el engaño es muy poderoso y ganar desde él adictivo, como la nicotina. Lo vemos a diario. Pero de todo, no hay nada como montar una escalera de color, es lo máximo: cuando en el último descarte te entra justo la jota de tréboles que liga tu escalera y a partir de ahí sabes que solo debes gestionar con cautela un triunfo seguro y que el riesgo está en que te lo noten. Hasta levantar las cartas son minutos mágicos, a solas con el ritmo del corazón que bombea agitado. El buen jugador se maneja bien en el farol y en la gestión del color, no hace trampas, pero sabe desquiciar al adversario. Gran juego, unos peldaños por debajo del fútbol, ese en el que España juega su último descarte a la espera de que le entre la carta justa para ligar una maravillosa escalera de color. Con un moro y un negro en los extremos para completar el abanico de colores que hace a esta España más moderna, orgullosa, solidaria y fuerte.