Cuenta la leyenda que cuando el Ayuntamiento le encargó al escultor Manuel Delgado Brackembury una estatua alegórica de la ciudad con motivo de la Gran Exposición Iberoamericana de 1929 y que por tal motivo se llamaría Híspalis -el nombre romano de Sevilla-, los sevillanos, al verla, la acabaron rebautizando con el sobrenombre de ‘la fuente de los meones’.
El artista se había inspirado en los rostros de los niños que jugaban alrededor de su taller para esculpir las figuras de los infantes desnudos que, subidos sobre las conchas de enormes tortugas, sujetaban grandes hojas de loto sobre las que se sienta la diosa que lleva la vieja denominación de la urbe romana. Híspalis estaba además rodeada de otros niños meones en el perímetro de la fuente, los cuales, de manera incomprensible, fueron eliminados del conjunto escultórico de la Puerta de Jerez cuando éste fue desmontado con motivo de las primeras obras del Metro, a principios de los años 80 del siglo pasado.
Además de la eliminación de los niños meones exteriores, la alegoría de Sevilla aparece sin cabeza desde que, ya en la madrugada del 2 de julio, una masa tomó por asalto la fuente y sus alrededores para festejar la victoria de España en la Eurocopa. La escultura apareció decapitada. La cabeza se partió en tres trozos mayores y algunos fragmentos menores y la imagen de la efigie sevillana así mutilada ha aparecido en infinidad de medios de comunicación y en las redes sociales, con lo que se ha proyectado una idea negativa de la marca Sevilla, que ha quedado así asociada nacional e internacionalmente al vandalismo.
Imprevisión
La restauración de la cabeza de Híspalis costará casi 9.000 euros, según la estimación de la Gerencia de Urbanismo, y no estará lista hasta finales de verano, pero mayor aún que el daño económico es el sufrido por la imagen de Sevilla y por la del Ayuntamiento presidido por Juan Ignacio Zoido, cuya Delegación de Seguridad ha cometido dos clamorosos errores de imprevisión en las últimas semanas.
Todo el mundo sabía, menos al parecer el delegado de Seguridad de Zoido, Demetrio Cabello, que los triunfos de la Selección y del Sevilla F. C. se celebran en la Puerta de Jerez, y más concretamente el entorno de la fuente esculpida por Manuel Delgado Brackembury y coronada por Híspalis como alegoría de Sevilla (los del Real Betis, en la Plaza Nueva, junto a la estatua de San Fernando), a imitación de lo que suele hacerse en Madrid, en la plaza y fuente de la diosa Cibeles.
Olvido
Y todo el mundo sabía, por los precedentes habidos tanto en Madrid como en Sevilla, que en este tipo de festejos desbordados hay que adoptar especiales medidas de seguridad para evitar daños al conjunto escultórico. En Madrid ya se produjo un grave quebranto a la escultura de la Cibeles cuando unos jóvenes gamberros acabaron rompiéndole una mano al subirse sobre ella para emular a los jugadores del Real Madrid, que incluso le ataban pañuelos y bufandas al cuello. Por eso el Ayuntamiento madrileño, en los tiempos de Alberto Ruiz Gallardón como alcalde, decidió, aparte de una vigilancia policial especial alrededor de la escultura, la instalación de una pasarela perimetral de madera para que pudieran desfilar sobre ella los futbolistas sin tocar para nada a la diosa mitológica.
En Sevilla, en anteriores jolgorios sufrieron daños el sistema de iluminación de la fuente y el jardín circular colindante, de ahí que se vallaba el perímetro como medida cautelar aparte de los cordones policiales, pero el día del triunfo en la Eurocopa, al Ayuntamiento presidido por Juan Ignacio Zoido se le olvidó vallar la fuente y los escasos policías enviados a la Puerta de Jerez no evitaron que individuos que suelen colarse en este tipo de acontecimientos al amparo de la masa formaran un ‘castellet’ aupados sobre Híspalis y su cabeza, la cual acabó rodando a trozos por los suelos.
Desmadre
Hasta tal punto llegó la ceguera policial que ni siquiera fueron los insuficientes agentes allí destacados los que se percataron de los destrozos y mutilación de la alegoría de Sevilla, sino que fue un ciudadano particular el que pasada la 1 de la madrugada denunció lo ocurrido y recuperó media cabeza de la estatua.
Los bomberos, avisados a su vez por la Policía, rescataron el resto de los trozos dentro del agua de la fuente. Lo demás es historia sabida: la imagen de Híspalis decapitada se proyecta en todas las televisiones como contraste con la mucho más multitudinaria y pacífica concentración de Madrid y deja en evidencia el incivismo sevillano y la negligencia del Ayuntamiento por no haber sabido evitar el atentado al patrimonio histórico.
Zoido ha tratado de justificarse él mismo y a su equipo por la imprevisión demostrada diciendo que había habido “un desmadre”. Pero el desmadre suele ser habitual en este tipo de celebraciones, de ahí que previsoramente se acordonara siempre con policías y vallas, hasta que con Zoido ha dejado de hacerse.
Un precedente
Y no se trata de un olvido excepcional, aunque parezca incomprensible. Tan sólo unos días antes, la empresa constructora Detea denunciaba que el edificio ocupado durante años por la Policía Municipal en la isla de la Cartuja y que el Ayuntamiento le entregó como contraprestación por la construcción de la nueva sede policial en la Ranilla había sido totalmente destrozado y saqueado por los vándalos en el lapso de los dos o tres días que mediaron desde la mudanza de los agentes allí destacados.
Los policías se trasladaron a la Ranilla y, al igual que con la fuente de la Puerta de Jerez, a nadie de la Delegación de Seguridad se le ocurrió proteger el inmueble, que fue abandonado a su suerte antes de la entrega a Detea. Cuando la constructora fue a tomar posesión del mismo, los vándalos se habían llevado puertas y ventanas, el cableado interior y todo lo que podía ser vendido en el mercado negro.
Mientras a Híspalis la habían dejado decapitada, el antiguo cuartel de la Policía Local lo habían dejado con las tripas al aire. Y en los dos casos, el modo de actuación de la Policía Local ha sido el mismo: imprevisión y falta de vigilancia.
En otra parte
El reciente Barómetro de la Fundación Antares revelaba que la inseguridad ciudadana todavía es el quinto problema que más preocupa a los sevillanos, que daban un aprobado raspado (5,2) a la gestión de Zoido en una materia tan sensible como ésta en una ciudad turística cual es Sevilla, en la que incluso han vuelto los tironeros en el entorno de la catedral y donde el grupo policial Giralda ha acabado convertido en una especie de comodín valedero para un roto y un descosido porque se echa mano del mismo para cualquier evento en vez de primar su original función de proximidad.
Híspalis era una alegoría de Sevilla e Híspalis decapitada sigue siéndolo igualmente, porque demuestra que el Ayuntamiento presidido por Zoido no tiene la cabeza puesta en Sevilla y/o que su Delegación de Seguridad, con un excomisario de Policía como Demetrio Cabello al frente, está más preocupada por ver cómo multiplica las sanciones a motoristas -razzia en la calle Rioja con la grúa- y automovilistas -adquiriendo un segundo coche ‘ponemultas’ y nuevas blackberry para la Policía conectadas con las bases de datos de Hacienda- que en proteger los bienes y el patrimonio histórico de los sevillanos.