La pregunta estaba escrita en la tapia de una calle del centro. O en un tweet, que viene a ser lo mismo. Si era una pintada real o virtual no lo recuerdo y es lo de menos. Lo que me dejó intranquilo fue la pregunta en sí: ¿Y si la cura contra el cáncer está dentro del cerebro de una persona que no puede pagarse los estudios? La pregunta me ronda desde entonces. Parece sensato pensar que sí, que es una buena idea hacer que todas las personas tengan al menos la posibilidad de estudiar e investigar. Aunque sólo sea por egoísmo, deberíamos estar a favor de ese sistema. No me importaría pagar el 80% de mi sueldo para formar al tipo que me salve la vida mañana. De verdad que no.
Lo que pasa es que mientras no estamos enfermos no queremos pagar. Luego sí. Luego hacemos lo que haga falta. La gente que puede se marcha a Houston. O a Nueva York. Pagan lo que sea para que les traten los mejores del mundo. Pero el problema de este sistema, el sistema de pagar cuando ya estás enfermo, es que los mejores del mundo puede que no sean los mejores de todo el mundo. Puede que los mejores del mundo sólo sean los mejores de todo el mundo que pudo pagarse los estudios. Con el otro sistema, con el de pagar antes de enfermar, se pretende que todo el mundo tenga acceso al estudio. Lo que se busca es ese cerebro prodigioso encerrado en un muchacho que, con suerte, nos salvará mañana del cáncer. Y ese cerebro puede ser el de cualquiera. Y no debería importar que ese cerebro fuese el de un niño sin recursos, cuya familia sea incapaz de pagar una carrera universitaria. Yo quiero que ese niño estudie. Que estudie e investigue como un salvaje, todos los días de su vida, de sol a sol. Y que sus becas para investigar sean millonarias. Y que sea el Estado y no un laboratorio privado el que ponga la pasta. Yo quiero poner esa pasta, todos los años, con mis impuestos. Porque soy egoísta. Porque quiero que ese niño mañana me salve la vida.
Quiero que se invierta en colegios. Y en institutos. Y en universidades. Y que se contrate a los mejores profesores para que formen alumnos brillantes. Y que lo pague el Estado. Me de igual si sólo uno de cada millón de estudiantes es brillante. Pero lo que no me podría perdonar nunca es que ese alumno brillante no pudiera llegar a estudiar Medicina por falta de recursos. Lo que un país no debe permitirse jamás es desperdiciar el talento de su gente. Podemos tirar el dinero pero no el talento. Tirar el dinero lo hacemos todos los días. Compramos iPads a los diputados para que jueguen en el Congreso. Pagamos el sueldo de miles de asesores que nunca asesoran de nada. Hay mucho dinero. Pagamos muchos impuestos. Que no nos vengan ahora con que la Educación, o la Sanidad, o la Justicia, o la Seguridad son caras. Eso nunca será caro. Invertir en Educación nunca será caro. Y no hacerlo nos saldrá carísimo. A nosotros y a los que vengan detrás. Sea egoísta y pague impuestos. Sea egoísta y exija resultados. Sea egoísta y con suerte, mañana, le salvarán la vida. Pues eso.
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