Playas, rías, valles, ciudades, pueblos, villas y parroquias se reparten a lo largo de una Galicia de la que se dice que es muy pequeña, pero que en realidad es un mundo, como manifestó el político Vicente Risco. "Podrás recorrerla en poco tiempo de norte a sur y de este a oeste; podrás volver a recorrerla una y otra vez; no conseguirás andarla del todo. Y cada vez que la recorras, encontrarás cosas nuevas", decía.
Y no le faltaba razón. Tan solo hay que asomarse a las Rías Baixas para darse cuenta. Éstas se encadenan entre Baiona y el fin del mundo, Fisterra. Son las de mayor extensión y las que de una manera uniforme se alargan de sudoeste a nordeste. Está compuesta por las rías de Vigo, Pontevedra, Arosa y Muros-Noia.
Cada ría es única en sí misma. La ría de Vigo da cobijo a uno de los mejores puertos de Europa, que fue eje comercial desde los tiempos prehistóricos. Cerca del puerto, se encuentra el Mercado de la Piedra, que antiguamente era muy utilizado para el contrabando, especialmente de tabaco, y hoy en día es más conocido por ser un lugar habitual para comer ostras.
La ría de Pontevedra esconde curiosas leyendas como la de los baños con nueve olas que las mujeres se daban para asegurar la descendencia, asociada a la Playa de A Lanzada, mientras que la de Muros-Noia es más conocida por ser una ría de transición donde se pueden degustar los mejores mejillones de la zona en Muros, o ver uno de los horreos más grandes del mudo en el municipio de Carnota (35 metros de longitud).
Pero sin duda, la ría de Arosa, la más extensa de todas ellas, es la de mayor variedad cultural y gastronómica, además de contar con una peculiaridad, la de tener una isla en medio de sus aguas.
AROSA, UNA RÍA RICA EN SU CONJUNTO.
En su litoral recortado, los tramos de costa acantilada, rocosa y brava, se encadenan con amplios arenales a los que se puede acceder desde tierra, siguiendo la amplia red de carreteras, o desde mar, aprovechando los numerosos puertos.
A la riqueza y variedad de su medio natural hay que unirle la amplia gama de productos del mar o de la tierra, de pescados, mariscos y vinos que hacen la delicia de cualquier gastrónomo.
El perfil de la ría de Arosa propicia la existencia de un gran número de ensenadas y penínsulas que favorecieron el asentamiento de numerosas villas marineras como Ribeira, Boiro y Rianxo, en la vertiente norte y Carril, Vilagarcia, Vilanova, Cambados y O Grove, en la sur.
Se trata de tierras envueltas en la cultura celta que aun guardan el misterio y la magia de las famosas leyendas de meigas y costumbres y tradiciones milenarias repartidas en castros, pazos e iglesias románicas, góticas o barrocas.
LAS VILLAS QUE RODEAN LA RÍA DE AROSA.
Un recorrido por los márgenes de la ría, muestra un paisaje cubierto de maizales y viñedos y donde el gigantismo urbanístico, eso a lo que los gallegos llaman "feísmo", a penas modelan el espacio natural.
Todas ellas destacan por algo que las hace especial. Vilanova por ser la tierra que vio nacer al poeta y dramaturgo Valle-Inclán o por tener las mejores vistas de la ría desde el Monte Lobeira (en la parroquia de András). Ni siquiera la Vuelta Ciclista pudo evitar rendirse a la belleza de este pueblo, por eso la primera etapa salió desde una batea en su puerto.
En el caso de Vilagarcia, destaca por tener uno de los puertos más importantes en la antigüedad, mientras que O Grove cuenta con una de las mejores ferias gastronómicas de la zona, la Fiesta del Marisco, que este año celebra su 50 edición y la primera como Bien de Interés Turístico Nacional.
Cambados, por su parte, es una de las capitales del albariño en la comarca del Salnés, donde podemos encontrar numerosos pazos, entre ellos el de Figueroa o Fefiñans, hoy en día reconvertido en dos bodegas, una dedicada al vino y otra a los licores.
Además, tiene el puerto pesquero de Santo Tomé, que mantiene una torre vikinga en pie, la Torre de San Saturniño, declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en 1994, y que servía para defenderse de los continuos ataques e invasiones por mar.
Y otra de las reliquias del lugar son las Ruinas de Santa Mariña Dozo, una antigua iglesia reconvertida en cementerio que aún guarda el misterio y la magia de las meigas.
UNA ISLA EN LA RÍA.
En plena ría de Arosa se ubica la Isla de Arosa. Con apenas siete kilómetros cuadrados de superficie este pequeño islote de 5.000 habitantes aproximadamente se independizó de Vilanova en 1995 para convertirse en municipio, el último de los 315 que tiene Galicia y el único insular.
Quienes lo conocen aseguran que los habitantes del lugar tienen un carácter isleño, cerrado y propio de un lugar único que les hace diferentes al resto de ciudadanos de otros pueblos, a los que están unidos a través de un puente de casi dos kilómetros de longitud, el más largo de Galicia y uno de los más largos de España.
La isla tiene varios puertos, la mayoría dedicados a la pesca, el cultivo del mejillón en las bateas y el marisqueo, siendo el más importante el de Xufre o el de O Campo, donde los pescadores no dudan en enseñar a visitantes y curiosos como mazar los pulpos que recogen a lo largo de la jornada.
El punto más alto de la isla es el Monte do Forno, donde se encuentra el mirador del Santo, una réplica del Cristo Redentor de Río de Janeiro, desde el que se divisa toda la isla.