Festival de orejas y rabos en la corrida del arte por San Mateo
En la corrida se cortaron nueve orejas y tres rabos
Ficha técnica
Ganadería Séis toros de José Vázquez, desiguales de presentación y de juego variado. El primero como sobrero tras ser devuelto el titular por descoordinación de movimientos. Primero noble, con buen son y pocas fuerzas; segundo noble pero más reservón; tercero pronto, repetidor y noble; cuarto con las fuerzas justas y también noble; quinto manejable, y sexto manso de libro sin opciones.
Cartel Julio Aparicio: estocada caída, dos orejas; y estocada, dos y rabo. Javier Conde: gran estocada, dos orejas y rabo; y tres pinchazos, palmas. Finito de Córdoba: dos pinchazos y estocada, oreja; y estocada caída, dos orejas y rabo.
Incidencias Presidió el festejo el alcalde de Villamartín, José Luis Calvillo, complaciente con las peticiones populares. Finito de Córdoba sustituyó a Cayetano Rivera Ordóñez, de baja tras la cogida sufrida en Palencia.
El juego de las reses de José Vázquez propició el triunfo de los tres alternantes que en la tarde del domingo 21 realizaron el paseillo en la plaza de toros de Villamartín.
Con algo más de un cuarto de plaza se lidiaron ejemplares del ganadero madrileño, desiguales de presentación y juego, destacando por su nobleza y buena condición primero bis y tercero. El sexto, manso y huidizo, fue el garbanzo negro del encierro.
El primero fue devuelto por una clara descoordinación en sus movimientos por un sobrero del mismo hierro.
Con algunos toros nobles y de buen son, y los toreros acartelados en la corrida de la Feria de San Mateo de Villamartín era de esperar que pudiéramos disfrutar y paladear el toreo exquisito y eterno practicado por Aparicio, Finito y Conde. No hubo faena redonda, ni labor maciza para guardar en la retina, pero sí chispazos de clase y arte por parte de los tres toreros.
El más agraciado en el sorteo fue Julio Aparicio, con dos toros nobles, de buen son y de fuerzas justas. Tuvo detalles apaulados con el capote en su primero, al que le faltó emoción, si bien, Aparicio muleteó con elegancia y verticalidad dejando detalles de su buen gusto. En el segundo de su lote también dejó destellos de ese inmenso arte que apasiona y que le mantiene vivo después de más de dieciocho años de alternativa. Anduvo muy bien con la espada y cortó un total de cuatro orejas y un rabo.
Finito de Córdoba siempre puede, es uno de esos toreros que tiene la moneda en su mano, pero no siempre quiere. Y eso lo evidenció en cada una de sus faenas. Cuando le pareció tiró líneas dejando que pasase el toro, y cuando se enfadó dejó detalles de inmensa calidad y gusto ante las embestidas de sus oponentes. Al primero le enjaretó dos verónicas y una media de cartel ante un ejemplar huidizo, que en la muleta se paró pronto y se defendió punteando el engaño. Finito se peleó con él en una batalla sin apreturas y cortó una oreja que no quiso pasear saliendo a saludar la ovación del respetable. En el quinto Finito realizó una faena de menos a más, enfadándose y pisando los terrenos del toro en la segunda mitad del trasteo logrando muletazos de mérito con el sello del cordobés. Estocada certera y lo que era de oreja, o a lo sumo dos, se convirtió en dos y rabo debido a un público generoso con el espectáculo y a una presidencia complaciente con el respetable.
Por su parte Javier Conde vivió la cara y cruz de la fiesta. Le cortó el rabo a su primero, un toro repetidor y pronto, con nobleza. Un buen toro. El malagueño atacó muy dispuesto desde el principio, realizando una labor completa en el último tercio muy de su corte y personalísimo estilo, dejando chispazos de ese toreo distinto del que hace gala. Tras una buena estocada cortó los máximos trofeos, que paseó El Mangui, su hombre de confianza en la cuadrilla que quizás realizó por última vez el paseillo.
El sexto fue el garbanzo negro de la corrida, muy asamuelado, largo, con kilos, y arremangado de pitones. Huyó desde que salió por la puerta de chiqueros, no se empleó nunca, ni en el capote ni en la muleta, y Conde las pasó canutas para finiquitar al que cerraba plaza.
En noche cerrada, sobre las nueve y media, Aparicio y Conde abandonaban en volandas el coso portátil de Villamartín. Un buen torero de plata, Manuel Rodríguez El Mangui, sacaba a su jefe de filas a hombros. Finito, prefirió, en un gesto de honradez, abandonar a pie el recinto.
Ganadería Séis toros de José Vázquez, desiguales de presentación y de juego variado. El primero como sobrero tras ser devuelto el titular por descoordinación de movimientos. Primero noble, con buen son y pocas fuerzas; segundo noble pero más reservón; tercero pronto, repetidor y noble; cuarto con las fuerzas justas y también noble; quinto manejable, y sexto manso de libro sin opciones.
Cartel Julio Aparicio: estocada caída, dos orejas; y estocada, dos y rabo. Javier Conde: gran estocada, dos orejas y rabo; y tres pinchazos, palmas. Finito de Córdoba: dos pinchazos y estocada, oreja; y estocada caída, dos orejas y rabo.
Incidencias Presidió el festejo el alcalde de Villamartín, José Luis Calvillo, complaciente con las peticiones populares. Finito de Córdoba sustituyó a Cayetano Rivera Ordóñez, de baja tras la cogida sufrida en Palencia.
El juego de las reses de José Vázquez propició el triunfo de los tres alternantes que en la tarde del domingo 21 realizaron el paseillo en la plaza de toros de Villamartín.
Con algo más de un cuarto de plaza se lidiaron ejemplares del ganadero madrileño, desiguales de presentación y juego, destacando por su nobleza y buena condición primero bis y tercero. El sexto, manso y huidizo, fue el garbanzo negro del encierro.
El primero fue devuelto por una clara descoordinación en sus movimientos por un sobrero del mismo hierro.
Con algunos toros nobles y de buen son, y los toreros acartelados en la corrida de la Feria de San Mateo de Villamartín era de esperar que pudiéramos disfrutar y paladear el toreo exquisito y eterno practicado por Aparicio, Finito y Conde. No hubo faena redonda, ni labor maciza para guardar en la retina, pero sí chispazos de clase y arte por parte de los tres toreros.
El más agraciado en el sorteo fue Julio Aparicio, con dos toros nobles, de buen son y de fuerzas justas. Tuvo detalles apaulados con el capote en su primero, al que le faltó emoción, si bien, Aparicio muleteó con elegancia y verticalidad dejando detalles de su buen gusto. En el segundo de su lote también dejó destellos de ese inmenso arte que apasiona y que le mantiene vivo después de más de dieciocho años de alternativa. Anduvo muy bien con la espada y cortó un total de cuatro orejas y un rabo.
Finito de Córdoba siempre puede, es uno de esos toreros que tiene la moneda en su mano, pero no siempre quiere. Y eso lo evidenció en cada una de sus faenas. Cuando le pareció tiró líneas dejando que pasase el toro, y cuando se enfadó dejó detalles de inmensa calidad y gusto ante las embestidas de sus oponentes. Al primero le enjaretó dos verónicas y una media de cartel ante un ejemplar huidizo, que en la muleta se paró pronto y se defendió punteando el engaño. Finito se peleó con él en una batalla sin apreturas y cortó una oreja que no quiso pasear saliendo a saludar la ovación del respetable. En el quinto Finito realizó una faena de menos a más, enfadándose y pisando los terrenos del toro en la segunda mitad del trasteo logrando muletazos de mérito con el sello del cordobés. Estocada certera y lo que era de oreja, o a lo sumo dos, se convirtió en dos y rabo debido a un público generoso con el espectáculo y a una presidencia complaciente con el respetable.
Por su parte Javier Conde vivió la cara y cruz de la fiesta. Le cortó el rabo a su primero, un toro repetidor y pronto, con nobleza. Un buen toro. El malagueño atacó muy dispuesto desde el principio, realizando una labor completa en el último tercio muy de su corte y personalísimo estilo, dejando chispazos de ese toreo distinto del que hace gala. Tras una buena estocada cortó los máximos trofeos, que paseó El Mangui, su hombre de confianza en la cuadrilla que quizás realizó por última vez el paseillo.
El sexto fue el garbanzo negro de la corrida, muy asamuelado, largo, con kilos, y arremangado de pitones. Huyó desde que salió por la puerta de chiqueros, no se empleó nunca, ni en el capote ni en la muleta, y Conde las pasó canutas para finiquitar al que cerraba plaza.
En noche cerrada, sobre las nueve y media, Aparicio y Conde abandonaban en volandas el coso portátil de Villamartín. Un buen torero de plata, Manuel Rodríguez El Mangui, sacaba a su jefe de filas a hombros. Finito, prefirió, en un gesto de honradez, abandonar a pie el recinto.
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