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Discursos desmentidos

Hoy, domingo, finaliza la primera visita oficial del presidente Obama a Europa. Ha sido su primera gran escapada de EEUU para encontrarse con el viejo continente...

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Hoy, domingo, finaliza la primera visita oficial del presidente Obama a Europa. Ha sido su primera gran escapada de EEUU para encontrarse con el viejo continente, que si bien derrocha y comparte siglos de historia, en este siglo XXI todavía parece estarse preguntando quién es. Esta vieja Europa ha quedado embelesada ante este hombre que ha hecho realidad el sueño americano. No ha sido una visita de turismo. Las circunstancias no dejan mucho terreno para otra cosa que no sea el pensar cómo afrontar una crisis económica que parece haber desbordado a todos los dirigentes políticos. Sin embargo, la reunión del G-20 ha venido a confirmar algo que en la vida política suele ser habitual: no es difícil elaborar una buena ley y sí muy compleja su aplicación, su eficacia. Los jefes de Gobierno y de Estado reunidos en Londres llegaron a un acuerdo de mínimos; pero acabada la reunión, cada uno ha vuelto a su casa y es ahí, en la casa de cada cual, en donde los problemas se hacen de verdad tangibles y acuciantes. España no escapa a esta suerte. Debemos felicitarnos por haber estado presentes en esta gran cumbre. Hay que reconocer los esfuerzos de nuestro presidente para que España no quedara al margen y compartir las tesis para acabar con los paraísos fiscales. Hoy, Obama y Zapatero tienen previsto encontrarse en Praga. Todavía en Londres y antes de volver a casa, el presidente auguró una cierta luz a finales de este año; pero apenas había llegado a Moncloa, el Banco de España dio a conocer su diagnóstico 2009-10 y realmente es para echarse a temblar. Dice el Banco de España que seguiremos en la niebla, que el paro va a aumentar y que nuestra economía va a continuar retrocediendo. Es decir, que todos vamos a ser más pobres. Ante esta realidad, que además resulta palpable por los ciudadanos, ¿qué necesidad tiene Zapatero de tanto optimismo cuando la gente en la calle está de vuelta? ¿Alguien puede pensar que con la que está cayendo minuto más, minuto menos con Obama va a provocar en los ciudadanos un especial entusiasmo? Tanta profecía no cumplida a quien hace daño es al propio presidente, porque cada vez son menos los que sienten reconocidos con ese optimismo suyo, necesario para gobernar, pero lleno de ingenuidad si con él se pretende conectar con la mayoría. En estos últimos días, Madrid es un hervidero de rumores que apuntan a una inminente crisis de Gobierno. Conviene no hacer demasiado caso y atenerse a los hechos, pero el cambio puede ser irrelevante si se mantiene el discurso del optimismo no cumplido. No hay recetas mágicas. Nadie puede pedir a ningún Gobierno que haga milagros, pero sí solicitar que, por lo menos, no se nos oculte la gravedad de la situación. Y la nuestra es grave, muy grave. Lo dice el Banco de España, que no está dirigido por nadie con afán de hacer daño al Gobierno. La economía no es una ciencia exacta, como bien está quedando demostrado. Precisamente por ello, posiblemente como mejor se está es calladito. Son ya demasiados discursos desmentidos por la realidad, demasiados plazos no cumplidos. El Gobierno, el actual o el que salga de la crisis, si es que la hay, que haga lo que crea que tenga que hacer, pero hablar, que hable lo justo.

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